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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La robot no tiene la culpa

Sobra discurso y falta más vida teatral en 'Alba', una obra de Marc Artigau sobre la memoria, el amor y los retos de la inteligencia artificial

Un escena de 'Alba (o el jardí de les delícies)' en el TNC.
Un escena de 'Alba (o el jardí de les delícies)' en el TNC.

Tiene un arranque prometedor el montaje Alba (o el jardí de les delícies), la obra de Marc Artigau que Raimon Molins dirige en el TNC (Sala Petita). La protagonista es una mujer de sesenta años, Alba, profesora universitaria de historia del arte, obsesionada por los enigmas que plantea El jardín de las delicias, el famoso tríptico de El Bosco. Teme que el paso del tiempo borre su memoria y compra una mujer robot, un androide llamado J-Alba con la misma fisonomía que ella tenía a los 23 años. La replicante, que parece casi humana, romperá la convivencia con su ex pareja.

Artigau explora los miedos y retos que suscita la inteligencia artificial dando buen juego al personaje que completa un trío singular, un hombre que ronda los setenta, profesor de literatura y ex pareja de Alba hasta que la relación se desvaneció por puro aburrimiento. Tras el rechazo inicial ante la presencia de la joven androide que rompe la convivencia, se abren prometedores interrogantes.

No bastan las buenas intenciones. El texto de Artigau va perdiendo teatralidad mientras que, bajo una sobria dirección de actores, los diálogos y disquisiciones de los personajes se van tornando cada vez más pretenciosos en sus citas literarias y filosóficas. El aburrimiento, pues, sigue al acecho de la pareja...y también de los espectadores.

Alba (o el jardí de les delícies)

Alba (o el jardí de les delícies), de Marc Artigau. Montse Guallar, Lluís Marco, Claudia Riera. Dirección: Raimon Molins. TNC (Sala Petita). Barcelona. Hasta el 23 de diciembre.

Lluís Marco consigue insuflar más alma teatral a un personaje enfrentado a un pasado que Alba dejó atrás y las pasiones y deseos que su replicante despierta en su cuerpo viejo. Es tan buen actor que logra rebajar la artificiosidad de unas situaciones que, rizando el rizo, saltan del salón del hogar al aula donde Alba imparte una conferencia sobre el prodigioso tríptico de El Bosco, con sofisticado despliegue audiovisual.

Montse Guallar transita por esas capas de frialdad académica que tapan los sentimientos de Alba. Sobra discurso -no queda nada clara la relación dramática con la pintura de El Bosco- y falta más vida teatral, más espacio al calor humano.

Claudia Riera encarna con disciplina y aplomo a la robot, con un tono de voz que intenta parecer sintético y no deja de resultar algo cargante. El montaje, coproducido por Atrium Produccions, ENA (Escena Nacional d´Andorra) y Temporada Alta, cuenta con una funcional escenografía de Emilio Valenzuela que ofrece atractivas secuencias audiovisuales y cierto abuso en el trasiego de módulos escénicos.

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