Venus avanza

De sol a sombra, la muchacha avanza y los más viejos del lugar se sientan a observar cómo pasa la vida. El sol es un fogonazo que alumbra y al tiempo proyecta en diagonal el futuro amplificado de la joven, mientras apretuja la perspectiva de los ancianos.

Ellos se sientan sobre la base de la estatua de Mariblanca, otra figura inquieta que retrata a Venus en este cruce céntrico con la calle Arenal. Tampoco se fíen, es una réplica. La original queda a resguardo en la Plaza de la Villa, después de haber vivido en la otra esquina de Sol, por el Retiro, Recoletos y la Plaza de las Descalzas. ¿Tanto nos cuesta ubicar a la diosa de la belleza en la villa? ¿Será que su movimiento, como el de esta joven maleta en mano, nos apela con una metáfora perfecta entre fogonazos y tinieblas para cuestionar evidencias compartidas?

La imagen refleja algo que nos motiva y nos inquieta al tiempo. Quien avanza y quien ya se detiene. También el Madrid fantasmal y cercano que fotografió en los años cincuenta magistralmente Catalá Roca y ahora recuerda Raúl Cancio en un sincero homenaje. Permanece ahí. Intacto. Ese caudal eterno donde nadie pregunta de dónde vienes, acoge por ley natural y sabe que aquellos que se van, probablemente, acaben en algún lugar más huraño.