_
_
_
_
EL JUBILATA
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El mar, la mar

Hay un 'jubilata' que no puede olvidar su mar

Dentro del Grupo de Jubilatas hay uno que está enamorado del mar y con mayor deliquio si se refiere a su Mediterráneo. Este jubilata no puede olvidar su mar y cada día nos rememora su fidelidad y pasión, resaltando que ya los clásicos eligieron un artículo femenino para remarcar su alma: la mar, quizás con la intención de reflejar de forma más delicada el goce de su contemplación, la exquisitez de su extraña química, la bravura de su movimiento, la incomparable belleza de su grandiosidad, el éxtasis de lo inexplorado.

Desde los mil colores que puede vestir hasta los infinitos dibujos de su ser, tanto en la superficie como en el fondo de su impenetrable abismo, todo escapa de lo humanamente comprensible; la mar, grande y misteriosa, magnánima y hasta cruel, imposible de explicar a quien no la haya gozado o sufrido. Mar que refleja con líneas irisadas los fulgores de la luna, con quien coquetea, mejor de noche, y hasta obedece las órdenes de su universal influjo adaptándose a ello en sus constantes vaivenes, esos que derivan del especial e interesante juego de sus altibajos, pleamares y bajamares, para constancia de su inquietud por intentar llegar algo más allá de las actuales orillas de la tierra que antaño cubrió, sucumbiendo al final de su lucha en un placentero recalmón, como esperando una revancha que llegará al final de su vida.

El marinero la usa y la bendice por los dones que recibe después de titánicos esfuerzos en los que pone su vida en peligro. El deportista, bien en la superficie o en la profundidad, en un medio que le es extraño, aprende a respetarla y a amarla en tanto se siente acompañado y ayudado en sus logros deportivos o en la exploración de sus fondos, arrobado ante tanta belleza. El bañista, de medio pelo o no, la siente en su temperatura y oleaje. El de la vida contemplativa centra la mirada en su oronda y perfecta redondez cuyo horizonte se confunde con el cielo, dejando al albur de sus sentimientos el furtivo recuerdo que aleatoriamente le asalte sin motivo aparente. El fotógrafo no puede aprehender tanta belleza y al final manipula el resultado a su antojo, vano intento, pensando que lo mejora.

Las posibilidades de uso de la mar son infinitas y así se proyecta en todas las artes, la literatura, ya fuese prosa o poesía, la pintura, la música, etc., produciendo en el receptor momentos de pasión y arrebato con el intento de rememorar para sí, con sosegada introspección, la materialización de singladuras y periplos ya fuesen reales o soñados.

Lo más de lo más, aparte de su profundo misterio y extraordinaria belleza, es su incesante y constante movimiento, cambiante entre los infinitos puntos de la Rosa de los Vientos, demostrativo de su estado; la mar, desde la furia descontrolada a la extensa paz, depositando de forma machacona sus besos de salada claridad en las orillas de todo el mundo, haciéndose respetar, ... y siempre sugerente de mil motivos para pensar en ella, en la mar, evocadora de placeres infinitos. Este es el relato casi diario con el que nuestro enamorado Jubilata nos hace partícipe de su arrebatadora pasión por esa mujer, la mar, y qué pena que los hombres la vayamos exterminando poco a poco. Algún día, hastiada de tanta miseria, se vengará.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_