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Viaje a los delirios del psiquiatra de Hugo Chávez

Héctor Manrique estrena ‘Sangre en el diván’, un monólogo en torno al polémico médico condenado por el asesinato de una de sus pacientes

Rocío García
Héctor Manrique, en un momento de la representación de 'Sangre en el diván'.
Héctor Manrique, en un momento de la representación de 'Sangre en el diván'.

Fue Edmundo Chirinos una figura relevante de Venezuela, rector de la Universidad Central, candidato a la presidencia por el Partido Comunista , diputado y psiquiatra de Hugo Chávez. Este médico, seductor y delirante, perturbador y manipulador, terminó sus días condenado por el asesinato de una de sus pacientes, una estudiante de Periodismo con la que mantenía una relación sentimental, en uno de los casos policiales más sonados que sacudió a la opinión pública venezolana. Sangre en el diván, la obra que llega a Madrid de la mano del actor y director Héctor Manrique, supone todo un viaje por los delirios de este psiquiatra que se atrevió a proclamar: “Yo llevé a Chávez a la presidencia”. La función, un monólogo centrado en la entrevista que concedió Chirinos, tras la condena por la muerte de la joven Roxana Vargas, se representa en cuatro funciones en el Teatro Fígaro, los próximos 26 y 27 de noviembre y 3 y 4 de diciembre.

Es Héctor Manrique, nacido en Madrid en 1963 y criado en Venezuela, un hombre calmado y tranquilo, que cuenta la situación trágica que vive su país desde la llegada al poder de Hugo Chávez con tristeza y mucha preocupación. Crítico feroz y público de la “demolición” democrática que sufre Venezuela, del desquiciamiento y empobrecimiento que recuerda, dice, a situaciones reales de guerra, con colas para buscar comida, enfermos sin medicamentos y ciudadanos huyendo despavoridos del país, ha sufrido el cierre gubernativo del centro teatral donde su compañía creada en 1983, Grupo Actoral 80 (GA80), llevaba instalada desde hace más de 30 años. GA80 es todo un referente dramatúrgico en Venezuela, con más de cinco obras estrenadas solo en los últimos dos años, entre ellas La piedra oscura, del español Alberto Conejero.

La idea de montar Sangre en el diván, con más de 250 funciones representadas en Venezuela, además de su estreno en México y Miami, surge tras la perturbadora lectura del libro del mismo título escrito por la periodista Ibéyise Pacheco, una exhaustiva investigación en torno a Edmundo Chirinos, pero sobre todo del capítulo El delirio, que incluye la larga entrevista que el polémico psiquiatra, fallecido en 2013, concedió a la autora. Todo el texto del monólogo está basado en las palabras reales de Chirinos. “Esa entrevista demuestra a las claras la necesidad de manipulación que presidió la vida de este amigo de Chávez, su obscenidad a la hora de tergiversar los hechos, la forma de dirigirse a un país desde la superioridad y las mentiras que fue lanzando con auténtica tranquilidad”, explica Manrique, sentado en una de las butacas del teatro Fígaro. “Me preocupa la complicidad que puede surgir en una sociedad frente a estos sujetos delirantes”, añade el actor. Este viaje al interior de la locura del psiquiatra de Hugo Chávez supone, para Manrique, la oportunidad de representar la tragedia de su país y de todos los países “que se han dejado arrastrar por políticos delirantes, como lo fue nuestro presidente Chávez o lo es hoy Donald Trump y otros muchos más”.

No deja de surgir en la conversación el desgarro que está atenazando a la sociedad venezolana, no solo a nivel político y económico –“en Venezuela no comes lo que quieres, sino lo que encuentras, si es que lo encuentras”- también cultural. “Los muros de contención ética que busca la cultura están derruidos. Por eso es más necesario que nunca la existencia del teatro, cuya función es denunciar esta situación”, explica Manrique, padre de dos hijas adolescentes, que entiende a la gente que huye de su país, una idea que de momento a él no le ronda, pero no la descarta tajante. “Sufrí un infarto hace dos años y busqué descanso en Madrid durante unos meses. Un día mis hijas bajaron a la panadería de enfrente de la casa. Me asomé al balcón. Era la primera vez que mis hijas caminaban solas por la calle”.

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