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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El pollo

Una vicepresidenta de una comisión de investigación está obligada a guardar una estricta neutralidad institucional

José María Mena
Gabriel Rufián en el Congreso.
Gabriel Rufián en el Congreso.Luca Piergiovanni (EFE)

Durante la comparecencia de Álvarez Cascos, exministro de Aznar, ante la Comisión de investigación del Congreso de los Diputados, se produjo un incidente que puso de manifiesto la pertinaz capacidad de provocación del diputado Gabriel Rufián, la entrañable incapacidad para controlar la situación del presidente de la comisión, Pedro Quevedo, y la sospechosa ignorancia de la vicepresidenta Beatriz Escudero.

Es notorio que en ese tipo de comisiones todos se acusan recíprocamente de cuantos delitos, irregularidades o pecados conocen del contrario, vengan o no a cuento. Consecuente con esta regla no escrita, y sin que el presidente se lo impidiera, Álvarez Cascos echó en cara a Rufián el “apartei” de Cataluña (querría decir apartheid), lo cual, evidentemente, no tenía nada que ver con el objeto de la investigación, que era la financiación irregular del PP. Rufián le replicó: “le falta la bandera del pollo”, lo cual quizá tampoco era imprescindible a los efectos de la investigación en curso. La vicepresidenta irrumpió en el tenso debate desbordando al presidente de la comisión, exclamando que estaba “insultando a la bandera de los españoles”. Rufián preguntó por dos veces a la vicepresidenta si sabía cuál es la bandera del pollo, y ella no contestó. Con este silencio demostraba que o no sabe cuál es la bandera del pollo, o sabiéndolo, tiene por bandera de España a la franquista. Rufián, provocador impenitente, pretendió aclarar su pregunta a Cascos y a “su palmera”.

Ella, entonces, le llamó imbécil, se levantó y se fue. La bronca, por ambos deseada, estaba servida.

Es inadmisible que no sepa, si realmente lo ignoraba, que la bandera con el águila, el pollo, nunca fue la bandera democrática de los españoles

Según la Real Academia de la Lengua, palmero es la persona que acompaña con palmas los bailes y ritmos flamencos de Andalucía. Una vicepresidenta de una comisión de investigación está obligada a guardar una estricta neutralidad institucional y por eso no debe ser aplaudidora de ningún compareciente o investigado. Ni aplaudidora ni dispensadora de simpatía y proximidad explícita, más allá de las convenciones sociales de amabilidad y corrección. Podría considerarse ofensivo atribuir la vicepresidenta la condición de aplaudidora o palmera, en el supuesto de que ella no hubiera mostrado a Cascos una amabilidad o simpatía inadecuada, excesiva. Pero, aún en ese caso, no es en absoluto una ofensa desde la perspectiva de género. En los grupos flamencos hay palmeras y palmeros. En el calificativo, en su caso inconveniente, no hay base para movilizar a todas las diputadas del PP en solidaridad por una pretendida ofensa de género. En todo caso, la desproporcionada reacción de ella más bien parece que obedeció a un calculado aprovechamiento del protagonismo parlamentario, político y mediático, que le brindaba la previsible actitud provocadora de Rufián.

Lo más grave, sin embargo, fue su impetuosa reacción cuando Rufián aludió a la bandera del pollo. Produce perplejidad, cuando no consternación, presenciar cómo una diputada, desde su escaño en el Congreso, afirma que se está ofendiendo a la bandera de España con la alusión de Rufián. Es inadmisible que no sepa, si realmente lo ignoraba, que la bandera con el águila, el pollo, nunca fue la bandera democrática de los españoles. La bandera democrática de España había sido la tricolor establecida por el artículo primero de la Constitución republicana de 1931, hasta que fue sustituida por la roja y gualda por el Decreto 77 de 29 de Agosto de 1936, dictado en Burgos por el general Cabanellas, presidente de la Junta de Defensa Nacional, primer mando central de la rebelión fascista. El Decreto argumentaba que la tricolor era producto de los “bastardos, cuando no criminales propósitos de destruir el sentimiento patriótico”.

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También debiera saber que el escudo de esa bandera, con su águila, procede del Decreto 470 de 1938, firmado por Franco y por Serrano Suñer, argumentando que “el águila desde Roma viene siendo símbolo de la idea imperial y figuró en el blasón de España en las épocas más gloriosas de su Historia” (así, historia con mayúscula). Y a continuación ordenaba que bajo el águila figuraran el yugo y las flechas, como símbolo de la falange, “para indicar cuál ha de ser la tónica del Nuevo Estado”. A esa bandera, con su águila, es a la que Rufián llamó, con justo menosprecio, la bandera del pollo. Que la señora Escudero no se confunda, si es que se confunde. La bandera de España no es la franquista. Es la establecida en el artículo 4 de la Constitución de 1978, y su escudo, con la corona real, es el descrito en la ley 33/81. Esta bandera sin águila imperial, sin pollo, no fue ofendida por el republicano Rufián.

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