Prosa, poesía, pataleta
Da la impresión que las dos partes saben y aceptan que los pactos irán acompañados de declaraciones altisonantes
Excepto en determinados momentos de efervescencia, en democracia la política tiende a ser algo aburrida, rutinaria. O como dijo un experto, en democracia la política es sobre todo prosa. Por ello, resulta bastante tranquilizador que en estos últimos meses, entre ultimátum i ultimátum, ministros del Gobierno de Sánchez y consejeros de la Generalitat, no paren de reunirse, de debatir, de gestionar acuerdos y desacuerdos, pero más de lo primero que de lo segundo. Hasta siete encuentros bilaterales en julio, cuatro más en pleno agosto, tres en septiembre, y siete en octubre, no está nada mal. Gentes bien informadas nos dicen que, además, son encuentros educados, a veces cordiales, donde lo que se negocia produce resultados tangibles. Podríamos añadir que, aparte de los encuentros de alto nivel, se han reunido además seis comisiones mixtas, entre ellas algunas que llevaban años sin hacerlo. Las cuentas de la Generalitat siguen supervisadas por Hacienda, para lo cual no se necesita ningún 155, pues hay que pagar las cuentas, salarios y gastos a primero de cada mes. Incluso da la impresión que, sin pactarlo expresamente, las dos partes saben y aceptan que todo ello irá acompañado de una cierta cantidad de declaraciones altisonantes, más por la parte del independentismo y de los partidos españoles de oposición que del Gobierno central. Parece pues que la política, entendida como gestión de la cosa pública, ha recuperado un ritmo, sus rituales. No es muy exaltante pero es tranquilizador.
En paralelo, está la política como poesía. En un plano sideralmente alejado del anterior, como en otra galaxia, los que mejor han entendido el descalabro son los dirigentes de la CUP, aunque algunos de sus militantes digan en privado cosas como que todo va muy bien porque estamos “a las puertas de julio de 1936”. La CUP sabe que esto va de autonomismo, de prosa (ver el párrafo anterior), no de independencia, pero aparte de algún que otro ultimátum dirigido al Señor Torra, de momento la cosa no va más allá. Poesía es Waterloo, la “internacionalización del proceso”, el ultimátum semanal del Señor Torra, la sentida y emotiva tenacidad mostrada por los manifestantes de cada Diada, el confuso pero emocional discurso de la ANC y en un tono más bajo, de Omnium, las decrecientes manifestaciones a las puertas de tal o cual prisión en territorio catalán. Poesía a su manera es también el desconcierto de mucha (mucha) gente de buena fe que se creyó lo del procés y , un año después, se preguntan por qué estaba todo tan mal preparado, de hecho nada preparado. Poesía, más bien fallida, es el empeño del independentismo de reconstruir el relato como si la dura e injustificable actuación policial del 1 de octubre del año pasado fuera el “minuto uno” de la crisis actual. Como bien explica la periodista Lola García en su canónico libro sobre el tema, El naufragio, todo está documentado y demostrado, desde la sentencia del Tribunal Constitucional contra el Estatut (2010) a la deriva mesiánica del entonces President Mas (2012), el que quiera saber, tiene en las hemerotecas un tesoro de informaciones acumuladas.
P de prosa, P de poesía, queda la tercera “P”, la de pataleta, por decir las cosas suavemente. Los síntomas del territorio Pataleta son preocupantes algunos muy preocupantes. Anónimos CDR o grupos “espontáneos” denunciando en carteles con nombre y fotos a militantes de partidos no independentistas, y llamando a que “el pueblo” los denuncie, etc. Una expresidenta del Parlament que deshonra la institución que presidió con declaraciones racistas y sectarias, o dando información de la escuela donde va la hija de tal o cual dirigente (lo peor de la delación). También ha destacado últimamente un influyente intelectual independentista, declarando que sin muertos esto de la independencia ira más despacio. Sin más información al respecto, por edad este señor ha incurrido en una grave responsabilidad en relación a la guerra. Puede preguntar a personas que han conocido ese territorio, y no solo los más ancianos, también veteranos de varias guerras, periodistas de intachable prestigio, Médicos Sin Fronteras y un largo etcétera…
Poesía, prosa y pataleta, estos son los tres planos de un mismo proceso. La mala noticia es que ya está aquí la precampaña de las próximas elecciones municipales y europeas, y tanto la fiebre poética como la pataleta irán en aumento a partir de ahora. Como la aceleración de la información es exponencial, asistiremos probablemente a una dinámica de “tiro por elevación”, o como se dice en catalán “a veure qui la diu més grossa…”.
Pere Vilanova es Catedrático de Ciencia Política (UB)
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