La izquierda, a pesar de todo
Hoy la izquierda es necesaria no para alcanzar ese lugar inexistente llamado paraíso, sino para evitar la catástrofe y relanzar el futuro
El pasado domingo, en Baviera, las elecciones del land confirmaron la caída en barrena de la socialdemocracia alemana. El partido de Willy Brandt, antaño modelo para media Europa y que en su día apadrinó la escalada del PSOE, corre el riesgo de entrar en vía secundaria, mientras los verdes crecen y la extrema derecha también. Pero no están mejor sus correligionarios franceses, que cada día viven una nueva escisión. Y peor está la izquierda italiana, desaparecida bajo la tormenta Salvini. Podríamos seguir: la lista del desconcierto de la izquierda es larga. Curiosamente solo en Portugal y España la socialdemocracia da algún motivo de ánimo a sus alicaídos partidarios. Y Jeremy Corbin mantiene el tipo en Gran Bretaña, de donde algunos piensan que vendrá el reinicio socialdemócrata.
El caso alemán confirma que la socialdemocracia desfallece cuando la ciudadanía la acaba confundiendo con la derecha con la que debería confrontarse. Gerard Schröder, que repitió el camino ya recorrido por Tony Blair, es el símbolo de la pérdida de identidad de la socialdemocracia alemana. Su mandato fue el principio del fin. Aunque quizás el problema, como insinúa la novelista francesa Lola Lafon, es de falta de ambición. La socialdemocracia no piensa en términos de transformación de la sociedad sino de alternativa a la derecha, “y si nos referimos a la etimología, un camino alternativo no es más que otra manera de ir al mismo lugar”. Cuando la ciudadanía descubre el engaño y se encuentra en el mismo sitio al que le habría llevado la derecha se siente defraudada.
Los que nunca desfallecen piensan que la socialdemocracia tendrá una nueva oportunidad
En plena decadencia de la socialdemocracia europea, en España se ha dado un hecho insólito. PSOE y Podemos han pactado unos presupuestos de corte socialdemócrata, mientras la derecha sigue en la histeria en la que le he dejado la pérdida del poder, con mucho ruido, pocas nueces y escasas ideas. Los que nunca desfallecen piensan que la socialdemocracia tendrá una nueva oportunidad y que a veces hay que tocar fondo y ver el peligro cerca para poder remontar. Enzo Traverso lo dice en modo lírico cuando afirma que percibe indicios “de un proceso molecular que no ha llegado todavía a la coagulación”, pero que se abrirá paso porque es necesario contener la fractura social si no se quiere regalar Europa a la extrema derecha. Aunque para ello se requiere “una ruptura crítica con el pasado” y “salvar el núcleo emancipador de sus experiencias”.
¿Lo que muere en Alemania renace en España? Quizás la novedad más notable que la política española ofrece hoy al espacio europeo es la facilidad con la que los etiquetados (y autoproclamados) antisistema se han integrado en el sistema. En los días del 15-M, ¿alguien se hubiese imaginado que el movimiento político surgida de aquellas revueltas estaría ahora completando sus mandatos con abrumadora normalidad en las principales ciudades del país y pactando unos presupuestos socialdemócratas con el histórico y denostado PSOE? Pues aquí están. La capacidad de inclusión que el Estado no tiene con el independentismo parece que el sistema lo tiene con los antisistema. ¿Serán éstos capaces de contribuir a que la socialdemocracia renazca no solo como alternativa sino como cambio?
La novedad que la política española ofrece es la facilidad con la que los antisistema se han integrado al sistema
Si llegamos a la conclusión de que si la izquierda quiere renacer tiene que ser capaz de llevar a la ciudadanía a un lugar distinto al que le llevaría a la derecha, ¿qué opciones tiene? En un horizonte en que el futuro se sueña en forma de espesas distopías, hay tres prioridades: defender la democracia para cerrar la vía hacia el autoritarismo postdemocrático que cada día parece más inevitable, es decir: hay que devolver el alma a las “democracias sin pueblo”, en expresión de Maurice Duverger, dando poder y palabra a la ciudadanía. Dar paso a todo aquello que puede modificar las estructuras profundas de las relaciones de poder, y esto hoy quiere decir revolución feminista: la única que puede dar luz al futuro. Y dar prioridad a la ecología, es decir, a la salvación del mundo. Raphael Glucksmann lo ha descrito así: “La próxima revolución no será guiada por la promesa de un mañana glorioso, sino por la certeza de que no hay mañana sin cambio radical de nuestra organización”. La supervivencia como argumento para forzar el pacto social que los poderosos rehúyen. Hoy la izquierda es necesaria no para alcanzar este lugar inexistente llamado paraíso sino para evitar la catástrofe y relanzar el futuro.
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