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BARRIONALISMOS
Columna
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De secano

A veces parece que en Madrid somos 'gremlins'

Gorka Lejarcegi

Nos quejamos en los momentos de sequía, solo entonces nos acordamos, vemos el campo amarillo que nos circunda y nos preocupa su sed y la pérdida de cosechas. El resto del año, he llegado a la conclusión de que en Madrid, a excepción de los agricultores y los ganaderos, no nos gusta el agua que no esté en las piscinas o en los pantanos. (El mar, lamento tener que recordarlo, nos queda demasiado lejos). Es más, si es cayendo del cielo, no queremos verla ni en pintura.

En mi caso, de no ser por alguna emergencia imperiosa o por ir a trabajar, me encierro en casa, como si me hubieran impuesto un castigo.

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Me gustaría saber qué les parece esta especie de alergia a la lluvia a nuestras vecinas y vecinos del norte, que conviven con ella sin excesivas preocupaciones y que pueden hasta echarla de menos cuando no está. Pero en Madrid es otra cosa. Se colapsan las carreteras porque todo el mundo saca el coche para que ni una gota les roce. La A-5 se torna intransitable y para recorrer los 13 kilómetros que separan mi casa de Príncipe Pío y que me suelen requerir 15 minutos, necesito el triple.

Aprovechando que cuento con esta plataforma querría comentar que el autobús también es un vehículo, también tiene ruedas, también va por la carretera y también nos evita mojarnos, además, cabemos decenas, de modo que no sé a qué viene que nadie quiera cogerlo en los días húmedos.

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De la A-1 no quiero ni hablar porque eso es otro cantar, el “cantar de la ratonera”, para ser exacta. Fíjense si nos parece fuerte que haya precipitaciones que incluso no siendo torrenciales ni provocando riadas o inundaciones, sale en los informativos. Cada año igual y en la misma época, como si fuera nuevo o sorprendente que las estaciones se sucedan y que se manifiesten tan honestas. “Parece que llueve”, señala la reportera. “Sí, no me lo esperaba”, responde el entrevistado, EN OTOÑO, contrariado y calado hasta los huesos. Y después, imágenes para ilustrar lo que deberíamos entender como algo normal. Vamos, una noticia que, salvo en espacios de meteorología, no tendría que ser tal. Nos muestran a personas con botas de agua, bolsas en la cabeza, chubasqueros, paraguas de colores y corriendo. Es más, yo diría, huyendo, como si el chirimiri madrileño fuera el gran monzón.

No, en serio, ¿qué nos pasa? ¿somos gremlins? ¿Acaso no puede tocarnos agua por si nos transformamos en monstruos? ¿O es que se trata de lluvia ácida y nos lo están ocultando? Si hay algo que debamos saber, por favor, cuéntenoslo para que estemos al corriente todas.

No obstante, existe algo aún más peligroso para el discurrir habitual de la gran ciudad: la nieve. Muy graciosilla para jugar en la calle, sin embargo, a nivel práctico es el acabose, el apocalipsis, el mal... En fin, en invierno, más.

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