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Y sin embargo, interino

Muchas de las afirmaciones de Torra suenan provisionales, como hechas para ganar tiempo

Manel Lucas Giralt
Debate de política general en el Parlament , este martes.
Debate de política general en el Parlament , este martes.Massimiliano Minocri

Este Parlament está acostumbrado a discursos de presidentes de dos horas, una tradición que empezó Jordi Pujol y continuaron sus sucesores, cada uno a su manera: Pujol aturdía a la oposición con el recitado de tramos de carretera y polideportivos inaugurados, Maragall mantenía a la audiencia en vilo a la espera de un imprevisto, Montilla exploraba los caminos insondados del tedio, Mas se entregaba a la metáfora marina y Puigdemont usaba un tono retador con los contrincantes, hasta que se retó a sí mismo.

¿Qué ocurrió entonces para que el discurso de Quim Torra, de apenas una hora y diez minutos, fuera de los más breves y, en cambio, haya parecido un relato sin fin, como esa marcha por la República que se propone emprender y que ayer anunció una vez más (parece que la quiere arrancar en Sant Cugat, lo más juntspercat que tiene cerca del despacho)? La mayoría de diputados, una vez escuchado el primer cuarto de hora escaso de declaraciones de principios, agacharon la frente y bajaron la vista, pero no en señal de reverencia sino para ponerse a mirar el móvil; otros ocultaron su rostro tras la pantalla del portátil. Desde donde yo estaba situado, sólo vi a dos parlamentarios tomar notas, Carles Riera, de la CUP, y Jessica Albiach, la nueva presidenta del grupo de los Comunes que, con los brazos apoyados sobre la mesa del escaño, llamaba incluso la atención por exceso; por exceso de atención, precisamente: será el peso del cargo nuevo. En cambio, los cuatro diputados del PP ejercían de alumnos de última fila —que es donde están colocados—, es decir, charlaban animadamente mientras el presidente disertaba. No supimos si escuchaban el discurso hasta que Alejandro Fernández, su portavoz, al oír una de las promesas de Torra, lanzó una contundente proclama política: “me descojono”.

Se hacía largo el discurso, porque Quim Torra es hombre de tuit contundente pero de bajo tono oral. Pronuncia con una cadencia repetitiva y monótona, mezcla de conferencia académica, homilía de púlpito y conciencia de cover, de sustituto, de estar ahí como de prestado, guardando la plaza al titular. Por eso, porque ha asumido voluntariamente el papel de interino, muchas de sus afirmaciones suenan también provisionales, como hechas para ganar tiempo, sean el anuncio de un Fórum Cívico Social Constituyente (sic), la idea omnipresente de “fer República”, o incluso cuando afirma que si sus exigencias no son escuchadas en Madrid, “avanzaremos sin más espera” (sin más detalles del itinerario).

El caso es que Torra ha amenazado a Pedro Sánchez con retirarle el apoyo en noviembre si no tiene una propuesta estimulante, y aseguró también que si los presos son condenados pondrá la directa hacia la autodeterminación (¿Qué hará si los absuelven? No concretó). En otro tiempo, con afirmaciones de este calibre los diputados de la mayoría habrían estallado en una ovación desaforada puestos en pie. Esta vez, sólo aplausos de grado medio, como los que fuerzan los regidores de plató cuando el público se adormece. Será el tono, será la interinidad, será la incertidumbre, o los nuevos significados de els carrers seran sempre nostres.

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