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Construyendo al candidato Garrido

El presidente regional intenta consolidar su figura con un discurso paralelo al de Casado, más presencia y la promesa de pacificar el partido

Juan José Mateo
Ángel Garrido, en el pleno de la Asamblea de Madrid.
Ángel Garrido, en el pleno de la Asamblea de Madrid. ULY MARTIN

Lunes 7 de mayo. Ángel Garrido recibe una llamada. María Dolores de Cospedal y Fernando Martínez Maillo le esperan en la sede nacional del PP para decirle que sustituirá a la dimitida Cristina Cifuentes como presidente de la Comunidad. Mariano Rajoy se guarece en un despacho contiguo. Acaba de equilibrar las opiniones opuestas de su secretaria general (favorable a Garrido) y de su coordinador (que duda) al dejar en el aire la candidatura de 2019. Cuando acaba la cita, nadie coincide en lo ocurrido: para unos queda claro que Garrido se ha comprometido a no ser el candidato, mientras que para otros no hay ningún impedimento. Un mes después, todo salta por los aires. Rajoy dimite. Cospedal pierde las primarias. Maillo deja de ser coordinador. Y Garrido tiene vía libre para intentar convencer a Pablo Casado de que puede revalidar el gobierno de Madrid.

“Su equipo tiene la misión de convertirle en una estrella”, explica un interlocutor del PP con una larga trayectoria en campañas electorales. ¿Y cómo se hace eso? Aumentando las intervenciones públicas del presidente, cargándolas de contenido y reforzando sus lazos con la dirección nacional.

“Buscamos que salga a la calle, que esté en actos, en entrevistas, en redes sociales, y que se dé a conocer”, cuenta uno de los colaboradores del presidente regional, que lleva poco más de 100 días en el cargo. “Como mano derecha de Cifuentes, hasta ahora ha estado en un segundo plano”, reconoce. “Ahora su gran valor es que ya es presidente, que está todos los días gobernando y que puede jugar el papel de hacerle oposición a Pedro Sánchez: es uno de los pocos presidentes autonómicos que tiene el PP”, continúa sobre los cinco gobiernos regionales que mantiene la formación conservadora.

“Garrido también está trabajando muy bien la coordinación con la dirección nacional: si Pablo va a degüello contra Pedro Sánchez, él también; replica cualquier tema catalán; y no se sale de la línea oficial”, dice un miembro de la dirección regional popular, donde no han pasado desapercibido que el presidente regional haya endurecido el tono contra el nacional. “Está buscando alinearse con la dirección de Casado”.

El candidato también se construye con gestos. Para mandar un mensaje interno sobre su peso político, un viaje a Bruselas en octubre para participar en el debate de la Unión Europea. Para el debate del estado de la región, un lazo con la bandera de España en la solapa. Y para el día a día, una marca propia, diferencia de la del partido, y al mismo tiempo vinculada a este: un rectángulo dividido en dos partes, mezclando el escudo rojo de la Comunidad con las iniciales Á. G. en azul. El color del PP.

El proyecto Garrido se perfila entre fuertes turbulencias. En la formación conservadora se observan desde hace meses movimientos internos para intentar descabalgar al actual presidente de la candidatura. Fuentes populares recuerdan que Garrido carece de peso orgánico (“Su salida no provocaría un tsunami”). Y subrayan que las encuestas dictarán si el puesto es atractivo o arriesgado para algún exministro.

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Hay, además, otras señales de las dudas que rodean a la candidatura regional del PP. La intensa actividad pública del alcalde de Boadilla, Antonio González Terol, el hombre que afilió a Casado al partido, es analizada con frialdad por un observador privilegiado de la vida interna de la formación: “Están moviéndole como posible candidato”, dice. La encuesta sobre potenciales aspirantes que ha encargado la dirección nacional avanza los interrogantes que atormentan a Casado: “Decidirán los números”, resume uno de los consejeros del presidente nacional. Y todo el partido analiza con preocupación que los rivales del PP ya trabajen para lanzar a sus candidatos: Ángel Gabilondo (PSOE), Íñigo Errejón (Podemos) e Ignacio Aguado (Ciudadanos, que celebrará unas primarias en las que su líder actual parte como favorito).

“Y el que toma la decisión de quitar a quien está en el puesto, para poner a otro, y luego perder… se convierte en el responsable, en el culpable”, advierte una fuente popular sobre la compleja decisión que afronta Casado.

Las dudas sobre la candidatura se repiten en el Ayuntamiento. El portavoz popular en la capital, José Luis Martínez Almeida, está dispuesto a dar el paso. Algunos de los nombres que ha lanzado el PP como un globo sonda declinan la posibilidad de hacerlo: “No está en eso”, dice una fuente de la confianza del economista Manuel Pizarro. Y los nervios en el PP están tan disparados como para comentar cualquier fotografía, incluidas las que protagoniza Andrea Levy junto a cargos madrileños. “¿Será que ahora quiere hacer política en Madrid?”, se preguntan en el PP pese al firme compromiso de la vicesecretaria con Cataluña.

Frente a ese ruido, Garrido vende “la revolución de la normalidad”. Su capacidad para pacificar a un partido en estado de shock tras la dimisión de Cifuentes. Y su disposición a no causarle problemas a Casado: tras años de guerra entre el PP de Madrid y el nacional, traducidos en el pulso soterrado que emprendieron Esperanza Aguirre y Cifuentes contra Rajoy, Garrido ofrece paz.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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