Un festival para estirar el verano
El Dcode hace vibrar el Campus de la Complutense con un evento en el que tocarán 20 bandas ante 25.000 personas con ganas de fiesta y nostalgia de las vacaciones
Dice Rodrigo Caamaño, cantante y guitarrista de Triángulo de Amor Bizarro, que los músicos viven a contrapelo. «En verano curramos más que nadie, y nuestros fines de semana son los lunes y los martes», explica. Hoy tocan en el Dcode, en el Campus de la Complutense, un festival que también va a contracorriente: coincide con la operación retorno, y se revela como una terapia sin igual contra el síndrome postvacacional de miles de madrileños.
Quienes asistan, verán a la banda gallega en su mejor momento: «Llevamos 10 años enlazando giras y discos. Ahora hemos decidido dejar de componer un tiempo, y limitarnos a tocar. Y disfrutar en el escenario», explica Caamaño, que es consciente de que hoy juegan en un hábitat poco habitual: su propuesta ruidosa, lisérgica y noctívaga no empatiza mucho con el pop luminoso de los británicos Bastille, la épica de los estadounidenses Imagine Dragons o el rock desenfadado de The Vaccines, también ingleses. «Es una oportunidad para enganchar a gente joven a nuestra música. Llevamos una década en esto, y hay muchos veinteañeros que aún no nos han escuchado», concluye Caamaño.
Precisamente, lo que define al Dcode, es su heterogeneidad: desde las 12 del mediodía hasta las 5 de la mañana, pasarán hoy por el Complejo Deportivo de Cantarranas 20 bandas y solistas de diverso plumaje, «pero elegidos siempre con criterio», puntualiza Roberto Grima, presidente de la promotora Live Nation en España y a la sazón, organizador del festival. Cuando tuvo lugar esta conversación, solo faltaban por venderse 100 de las 25.000 entradas disponibles. «Vamos a llenar, pero no puede decirse que sea un festival masificado. Estamos en un recinto privilegiado en plena capital, un espacio amplio y verde, y al aire libre».
A pesar de la ingente afluencia y el elevado número de artistas, los organizadores garantizan la ausencia de apreturas, y que no se solapa prácticamente ninguna actuación, para lo cual han dispuesto tres escenarios entre los que se distribuyen los artistas. El Dcode, igual que en sus siete ediciones anteriores, trae a bandas de relumbrón internacional como las mencionadas, pero Grima asegura que el punto fuerte está en la zona media del cartel. «Siempre incluimos propuestas con las que el público tenga la sensación de estar descubriendo algo nuevo, como Sam Fender o Jorja Smith», anuncia, y añade: «Somos muy abiertos de mente musicalmente. Es una seña de identidad del Dcode».
El festival dedica, un año más, una buena porción de su repertorio a músicos patrios, entre los que también reina la diversidad: desde el blues leñoso de Nat Simons hasta el pop electrónico y bailongo de Grises, pasando por el rock dulcificado y masivo de Izal y Sidonie. También sirve de trampolín a quienes dan sus primeros pasos. Como Volver, el dúo madrileño de synth pop ganador del concurso Bcoder de este año. «Es nuestro cuarto concierto, y el primero en un festival. Y ni siquiera tenemos disco. Imagina nuestro estado de nervios y de entusiasmo», dicen Miriam Ruiz y Luis J. Montoro.
Para Mikel Izal, el Dcode es una especie de termómetro de su éxito. «Es la tercera vez que tocamos aquí. En 2013 actuamos a las seis de la tarde. En 2016, a las nueve de la noche. Y hoy lo haremos a las diez y cuarto, la hora estrella, cuando el público está caliente y, todavía, lo suficientemente lúcido».
La coyuntura es propicia para el disfrute. Así lo ve Rafa Val, cantante de los murcianos Viva Suecia, una de las bandas nacionales de pop con más proyección de los últimos años. «Lo que lo diferencia de otros festivales es que no se celebra durante las vacaciones. La gente está de regreso, Madrid ha vuelto a llenarse, y el Dcode se convierte en un lugar de reencuentro, en el que todos quieren estirar el verano lo máximo posible», opina.
Y esto incluye a quienes vuelven al cole: el festival comienza al mediodía, con un concierto de los burgaleses La M.O.D.A., para que vayan padres e hijos. «Está muy bien que se abra la música a los niños», opina el cantante de Triángulo de Amor Bizarro, y concluye: «Si hubiera sido así cuando yo era pequeño, habría empezado mucho antes en esto del rock and roll».
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