La crisis del alquiler lleva el negocio de los trasteros al centro de la ciudad
Barcelona es pionera en un negocio en expansión que tiene como principal baza la proximidad y a los vecinos como clientes
El negocio de los trasteros de alquiler, hasta ahora muy presente en la periferia de la ciudad, empieza a consolidarse en las zonas más céntricas de Barcelona, con un modelo de negocio muy basado en la proximidad y con unos precios que oscilan entre los 20 y los 400 euros. Una de las razones de este desplazamiento hacia el centro es la subida imparable de los precios de la vivienda, ya que el fin de los contratos y las mudanzas obligan a pensar en un lugar para guardar los muebles.
Están en locales comerciales de gran tamaño, a pie de calle. O también en edificios enteros. En plena ciudad. El negocio de los trasteros de alquiler, veterano en el mundo anglosajón y que hace 15 años llegó a la periferia de las grandes ciudades españolas, se consolida y crece en la trama urbana de Barcelona. Y lo hace, en parte, vinculado a la crisis del alquiler que ha llevado a muchos vecinos a mudarse a pisos más pequeños.
Un negocio en el que la ocupación supera el 80%, pese a que los precios son más elevados que los de trasteros ubicados fuera de las ciudades. En Barcelona operan empresas como Bluespace (cinco centros), que ya tenía trasteros en polígonos; Trastero Verde (nueve locales), Oh!MyBox (cuatro centros), Box Infinity (cuatro y dos aperturas previstas), Central Trasteros (tres) y MisterTraster (dos e inaugurará otro en 2019). Y la mayoría siguen abriendo centros. Los trasteros están abiertos las 24 horas y todos los días, de forma que los clientes entran y salen cuando lo necesitan. En función del tamaño, desde un metro cuadrado hasta 10 o 20 metros, el precio oscila entre 20 y 400 euros al mes. Muchos tienen, además plazas de aparcamiento para facilitar la carga y descarga.
“La capital catalana ha sido la ciudad española pionera en acercar los trasteros al centro”, explica el gerente de la Asociación Española de Self Storage, Carles Viladecans. Apunta que el crecimiento del negocio se debe a varios motivos: “El principal, el aumento de los precios del alquiler, que lleva a algunas personas a vivir en pisos más pequeños y alquilar un trastero para lo que no les cabe”. Otras razones son la mejora de la economía: “Si mi situación mejora y tengo un trastero al lado de casa, lo alquilo para tener más espacio y vivir más cómodo”. Los clientes de proximidad guardan muebles, bicicletas, ropa de temporada, esquís, tablas de surf, libros…
“La ropa de invierno, maletas y los ventiladores”
Francesc Framis tiene 62 años y es vecino de la plaza de Tetuan de Barcelona. Hace tres años que alquiló un trastero en OhMyBox, en la calle de Marina. “Es de los grandes, tiene unos diez metros, pagamos 120 euros al mes, como si pagara plaza de aparcamiento”, cuenta. En el trastero Framis tiene recuerdos de lo que fue la tienda y vivienda de sus padres, en la Ronda Sant Pere, y también objetos domésticos de temporada: “La ropa de invierno, los edredones, las maletas, los ventiladores, la escalera…”. “Vas acumulando y al final las cosas no te caben, y el trastero es muy cómodo, cuando necesito algo, lo tengo a cinco minutos”, celebra.
O también hay clientes que alquilan el trastero por periodos breves, cuando alquilan sus pisos en portales como Airbnb, para guardar sus objetos más personales; o estudiantes en verano, entre piso y piso de alquiler. Y entre la clientela de los trasteros también hay autónomos que guardan las herramientas que utilizan a diario, archivos o estoc de productos por vender.
Viladecans asegura que la entrada en la ciudad del negocio del self storage no amenaza a los centros de la periferia. “El negocio todavía tiene mucho recorrido”, asegura y precisa que si la media en Europa es de 0,018 metros cuadrados de trastero por habitante, España la supera, pero hay países como Gran Bretaña que la triplican. Los trasteros de los polígonos, eso sí, tienen más empresas entre la clientela; mientras que los urbanos son, sobre todo, vecinos y autónomos.
Nicolás Pérez es uno de los dos socios de OhMyBox!, una empresa que abrió su primer trastero urbano en 2013, en la calle de Valencia. Hoy suman 14.000 metros cuadrados de trasteros y siguen expandiéndose. “No inventamos nada, pero damos a los clientes lo que más valoran: proximidad”, explica. De ahí que sus clientes sean en un 90% particulares y el 10% restante, empresas. Entre los particulares, la mitad contrata los trasteros por reformas o mudanzas, y a la otra, porque le falta espacio en casa: “Es una habitación extra”. “Además hay fenómenos que hacen que el negocio vaya a más, como los precios de los alquileres, la gente los alquila más pequeños y el trastero es una solución a un problema de espacio”, explica.
Desde el punto de vista del negocio, cuenta, “la barrera de entrada es la inversión”. Hay que equipar los edificios o locales, invertir en seguridad, en medidas como las que exigen los bomberos… “En los contratos se especifica que no se pueden guardar ni materiales peligrosos ni perecederos”, apunta. Del candado para dentro, “detrás de cada puerta hay una historia”. Una colección, una persona que lee mucho, un hobby, una persona que se ha separado, una familia que espera el segundo hijo, el piano de cola de la abuela…
“El trastero es un apéndice de la vida. La gente cambia de vida o de piso pero mantiene el trastero”, añade Álvaro Juncadella, socio fundador de MisterTraster. La firma tiene 10.000 metros y 6.000 trasteros en edificios enteros, propiedades verticales. “No es fácil encontrar ubicaciones, pero las hay”, explica. El edificio que MisterTraster tiene cerca de la Sagrada Familia, por ejemplo, era industrial antiguamente. “La puerta se abrió con la crisis, cuando bajaron los precios”, cuenta. Y firman “contratos de alquiler a largo plazo, para amortizar la inversión”. Para los propietarios, es una forma de tener una renta fija y a largo plazo.
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