La profunda herida psicológica que deja el 17-A
La mitad de las personas que sufrieron estrés postraumático por presenciar los ataques de Barcelona y Cambrils seguía con síntomas seis meses después
Los atentados de Barcelona y Cambrils del 17 de agosto del año pasado dejaron 16 muertos y 137 heridos. Pero también muchas víctimas psicológicas, testigos indirectos y colaterales —a menudo silenciosos— de la tragedia.
Insomnio, pesadillas, falta de concentración o estrés son síntomas normales después de un atentado, dicen los expertos, pero peligrosos si no se tratan adecuadamente. Pueden cronificarse y convertirse en un problema de salud mental. Los equipos sanitarios atendieron y monitorizaron a más de un millar de personas con diversos grados de afectación psicológica y, en una revisión a los seis meses del 17-A, la mitad de las personas con estrés postraumático seguían padeciendo síntomas.
Los afectados
lamentan la falta de apoyo pasadas las primeras semanas
Todos los dispositivos sanitarios coinciden en poner en valor la eficiencia de los profesionales en la atención a las víctimas durante el atentado. Según Ingeborg Porcar, directora de la Unidad de Trauma, Crisis y Conflictos de Barcelona, adscrita a la Universidad Autónoma de Barcelona, “en menos de 35 minutos, todos los heridos físicos estaban atendidos o trasladados a hospitales".
También hay consenso, sin embargo, al convenir que el atentado reveló carencias sobre la coordinación de los cuerpos de emergencias y el abordaje, a largo plazo, cuando ya el atentado ha perdido su carácter de urgencia, de los afectados psicológicos. Además, hubo fallos el primer día. Nadie avisó a los servicios sanitarios de la Operación Jaula —cierre policial de la ciudad para capturar a los terroristas huidos— lo que provocó que algunas ambulancias que se esperaban de vuelta en 15 minutos quedaron atrapadas en el tráfico y tardaron, por ejemplo, tres horas en estar operativas. Además, aunque todos los cuerpos estaban preparados, cada uno tenía su propio protocolo. “Quizá lo que no habíamos trabajado tanto era la coordinación entre nosotros y este año hemos usado herramientas de simulación para coordinarnos”, admite Cristina Nadal, directora del Área de Atención Sanitaria del Servicio Catalán de la Salud (CatSalut).
Los expertos alertan del riesgo de que los trastornos se vuelvan crónicos
Los afectados también han expresado, en ocasiones, la falta de apoyo psicológico pasado un tiempo o de asesoramiento legal en temas administrativos. “Si hablas con los familiares o afectados, te contarán que la atención los primeros meses es personal y exquisita, pero a partir del tercer mes esa proximidad se pierde y la persona se convierte en un número más, aunque sigue teniendo los mismos síntomas y necesidades”, apunta Marc Rodríguez, psicólogo del Centro de Urgencias y Emergencias Sociales de Barcelona (CUESB), uno de los dispositivos de atención psicológica en el lugar del atentado. Ellos han hecho un seguimiento al mes y a los tres meses de los afectados psicológicos y admiten que algunos reclaman más atención.
Abrir el foco
“Hemos aprendido que estos incidentes no son de víctimas, sino de afectados. El sistema sanitario no solo tiene que mirar las víctimas directas, sino ir más allá y ver cuál es la afectación de la sociedad y tener un programa de atención a cualquier afectado”, agrega Nadal. La Generalitat abrió el foco y ha intentado hacer un seguimiento de los afectados para estudiar su situación. Los resultados les han sorprendido, pero para mal. “Nos hemos encontrado que, como dice la literatura, entre un 20% y un 40% de los afectados siguen teniendo sintomatología a los seis meses. De hecho, la unidad de Trauma de la UAB llamó a estas personas que había visitado y vio que el porcentaje llegaba al 50%. Esto quiere decir que la mitad de las personas afectadas por estrés postraumático después del incidente, a los seis meses seguían teniendo episodios de ansiedad, insomnio, falta de concentración, flashback, a diferentes niveles de intensidad”, admite Nadal.
La Generalitat admite que debe mejorar la coordinación
Ante situaciones como un atentado, nadie está exento de desarrollar un trastorno de estrés agudo o postraumático, que es un conjunto de síntomas (ansiedad, insomnio, estar más deprimido, conductas de evitación, flashback) que se presenta cuando uno se expone a un incidente en el que se ha sentido amenazado. “Sabíamos que iba a haber una alta demanda de apoyo psicológico. Se atendió a 1.450 personas. Y se recurrió a una serie de dispositivos activos y luego, cuando vimos que la demanda se desbordaba, derivamos a los médicos de cabecera, a los que se le dio la directiva de que priorizaran estos casos”, recuerda Víctor Pérez, jefe de psiquiatría del hospital del Mar de Barcelona.
En este sentido, Nadal también admite la falta de coordinación con el Ministerio del Interior, encargado de la atención psicológica en atentados en las primeras 72 horas. “Es cierto que esta primera intervención del Ministerio debe coordinarse mucho mejor, porque muchos de estos pacientes cierran el episodio de atención dentro de esas 72 horas y no necesitan más asistencia médica, pero otros no y necesitan atención más tiempo. Y este trasvase de pacientes al sistema público no está bien articulado”, apunta Nadal. La literatura científica apunta a que un 15% de las personas sigue teniendo síntomas un año después, lo que implica que ya es un trastorno crónico.
Asesoramiento legal para todos los implicados
Las llamadas de seguimiento de los expertos sacaron a la luz la falta de información de los afectados sobre sus derechos jurídicos. El Ayuntamiento de Barcelona ha firmado un convenio con la Unidad de Atención y Valoración a Afectados por Terrorismo (UAVAT) para que las personas que han sufrido los atentados tengan sus necesidades cubiertas y dispongan de asesoramiento jurídico y legal para reclamar ayudas o prestaciones a las que tienen derecho por ley.
Los expertos también alertan de que falta más formación a los profesionales. La Generalitat ha desplegado, en ese sentido, charlas formativas para ese colectivo. Tras el 17-A, diversos profesionales de los cuerpos de seguridad y emergencias que trabajaron en los peores momentos del atentado, también han sufrido secuelas psicológicas y han sido atendidos.
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