“Estuve en la Antártida antes que en Francia”
El científico, de 27 años, afirma que son muy pocos los compañeros de carrera y máster que se han quedado en España
Pablo Rodríguez Ros (Cartagena, 1990) era como el típico niño boy scout de las películas americanas, así como muy curioso, que luego se hace mayor y resulta que las aventuras de la infancia no fueron nada en comparación con las de ahora. Encima, como el niño en cuestión había nacido en una familia marinera de esas que salen a pescar los fines de semana, pues la cabra acabó tirando hacia al monte. O más bien hacia al mar, porque el chaval había crecido viendo un armatoste de 82 metros de eslora atracado en el puerto de su ciudad natal. Y entonces se empezó a preguntar qué clase de personas trabajaban allí, que yo también quiero. Y como el barco resultó ser el Buque de Investigación Oceanográfica Hespérides (A-33) y él no quería ser ni médico ni militar, lo tuvo claro: pues científico.
Ha participado en cinco expediciones científicas, una de ellas dar la vuelta completa al continente helado
Y estudió Ciencias Ambientales en la Universidad de Murcia —fue el primero de su promoción—, hizo un Erasmus en Escocia, un máster en Mallorca, y ahora se está doctorando con una beca de La Caixa en el Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC). Con este ritmo, en 2015, y con solo 24 años, le ofrecieron enrolarse en una expedición científica (proyecto PEGASO) nada menos que en la Antártida. ¿Con qué? Con el buque Hespérides, (con él empezó todo). Casualidades de la vida, su padre, que trabajaba en un astillero, participó en la construcción de los motores del barco que después le llevarían a él al continente helado.
“Es curioso, pero estuve antes en la Antártida que en Francia, que está aquí al lado. En mi familia no se puede decir que fuéramos pobres, pero sí que tuve una infancia humilde: soy hijo de trabajadores. Y sí, ahora me considero un privilegiado, pero todo me lo he ganado a base de trabajo. Soy 100% hijo de la escuela pública”, resume.
“Es curioso como el océano, siendo oscuro, produce nubes blancas”
“Cartagena es una tierra de astilleros y militares. Yo, de hecho, no conocí al primer oceanógrafo hasta los 18 años, cuando fui a la universidad. Por aquél entonces no sabía ni a qué se dedicaban”, explica el ahora investigador predoctoral en el ICM-CSIC, donde realiza una tesis en Biogeoquímica y cambio global. Lleva tres años viviendo en Barcelona, investigando el papel del filoplancton (microorganismos marinos) en la formación de nubes en lugares remotos del océano y como el cambio climático puede afectar a este proceso. “Es curioso como el océano, siendo oscuro, produce nubes blancas”, lanza.
Desde las instalaciones del ICM-CSIC contempla las vistas de la playa de la Barceloneta y admite que “aquí se está muy bien”. Aunque “yo soy más de ir moviéndome de un lado a otro”. Como para no hacerlo: entre noviembre de 2016 y marzo de 2017, Rodríguez Ros volvió a la Antártida. Fue uno de los cuatro participantes españoles de la Antarctic Circumnagitaion Expedition (ACE), la primera expedición científica de la historia a bordo de un buque oceanográfico que hizo la circunnavegación completa al continente helado. El objetivo era recopilar información para entender el impacto del cambio climático en el océano Austral. “La pena es que mi abuelo falleciera cuando todavía hacía la carrera y no pudiera verlo”. Con 27 años, ya suma 5 expediciones científicas por todo el planeta.
Una década después
Nombre y edad: Pablo Rodríguez Ros, 27 años.
Si no fuera lo que es le hubiera gustado ser.. Maestro de escuela.
Se va de vacaciones: Primero a Portugal, luego a Mallorca y después a Cartagena, a ver a la familia.
Dentro de 10 años trabajará en... ¡Es muy complicado responder a esa pregunta! Quién sabe dónde estaré. Las generaciones anteriores lo tenían más fácil para contestar. Mejor digo dónde me gustaría verme: dando clases en la Universidad.
Hábil en las redes sociales (“los millennials somos unos hachas en eso”), es muy activo en Twitter, donde comparte, debate y contrasta información científica. También tiene un blog llamado Super Science Me, con el que cuenta en directo sus experiencias a bordo de los buques de investigación y en sus estancias científicas. La última, en la Polinesia francesa, donde estuvo un mes investigando los intercambios gaseosos en los arrecifes de coral: “Me interesa mucho explicar a mi generación el cambio climático de manera distinta. Siempre digo que se tiene que hacer de una manera más local. Es decir, hablar menos de osos polares y explicar a la gente cómo le afectará en su día a día. Por ejemplo, en Barcelona se puede explicar que en el futuro los tomates pueden costar dos euros más”.
En septiembre de 2019 iniciará una estancia de un año en California (Estados Unidos) gracias a la beca internacional Fullbright. “Somos muy pocos los compañeros de carrera y máster que nos hemos quedado en España. La mayoría están esparcidos por todo el mundo. Mi generación es la de ‘oye que nos piramos’. Somos el país de Europa con menos científicos por cada mil habitantes. Es un drama invertir tanto dinero en formar a una persona y luego ‘regalarla’ a otro país. El nuevo ministro de Ciencia, Innovación y Universidades, Pedro Duque, tiene muchos problemas por resolver. Lo mejor es que vaya poco a poco, uno a uno, sin prisa, y bien”.
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