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Más que música y mucho rock en el arranque del Cruïlla

Jack White, cabeza de cartel, junto a Bunbury y Seasick Steve, han sido los únicos conciertos de la primera jornada

Una imagen del Cruïlla,
Una imagen del Cruïlla,

La nueva edición del Cruïlla ha arrancado el jueves a medio gas, pero muy rockera, con una programación reducida a tres actuaciones. La música ya no lo es todo en los festivales y el Cruïlla también pugna por ser un "cruce" -precisamente-  de experiencias que entroncan con la gastronomía, la moda o la conciencia social. Si algo no ha faltado ha sido el laberinto de pop-ups y foodtrucks, ya indisociables del ambiente festivalero, para llenar la escasa cantidad de conciertos. La nueva incorporación ha sido el vaso de maíz 100% biodegradable, que convierte a este festival en el primero del país, y en uno de los pocos del mundo, en introducir dicha propuesta medioambiental.

El escenario principal y el único operativo en la primera de las tres jornadas ha vuelto a ser diseñado por Lluís Danés con una temática muy acorde a las vistas que ofrece el Parc del Fòrum. Caballitos de mar de 12 metros y un ejército de medusas emulan el fondo marino en una construcción que el propio artista ha bautizado como La catedral del mar. Parecía creado exclusivamente para el primer invitado, conocido como Seasick Steve por su tendencia a marearse en alta mar. Y aunque lejos del siseo de las olas, quizá por esta patología el bluesman apenas se ha levantado de la silla durante el concierto y, cuando lo ha hecho, ha sido para alternar su amplio repertorio de guitarras (muchas de ellas de fabricación casera). El público ha estado receptivo al blues austero pero sincero del músico, aunque solo ha podido olvidar su estatismo cuando este entonaba algún tema más rítmico.

Pocas veces se ha visto un público tan variopinto en edades y estilos en un mismo festival. En la mezcla está su esencia.

Tras el aperitivo, Jack White ha hecho lo propio como cabeza de cartel y desde el minuto uno ha arrancado al público con su movimiento frenético de cabeza y sus rizos oscuros bailándole sobre el rostro. The sun is gone, gritaba mientras la puesta de sol despedía una jornada que en el Cruïlla no había hecho más que comenzar. Definido como ‘el último gran icono del rock’, el ex componente de The White Stripes ha presentado su tercer álbum en solitario, Boarding Reaching House, que ha estrenado este año tras el exitoso Lazaretto, con singles como Connected by Love o Over and Over and Over. En su único concierto en Catalunya, el rockstar ha demostrado su pasión por el género con un sonido muy puro. "Who is with me Barcelona?” preguntaba al público al son de Corporation, y el público alzaba el brazo sin dejar de moverse.

El Cruïlla quiere ser más que música, pero también estar abierto a todos; pocas veces se ha visto un público tan variopinto en edades y estilos en un mismo festival. En la mezcla está su esencia, y junto a artistas de larga trayectoria se pueden escuchar nuevos talentos, mientras que los amantes de la música internacional conviven con los que prefieren algo más local. El poeta del rock en español Enrique Bunbury ha vuelto al escenario del Fòrum tras el éxito del año pasado para interpretar los temas de su último trabajo, Expectativas, un disco muy crítico que incluye Cuna de Caín y Parecemos tontos. Su magnetismo ha cerrado la primera jornada, volviendo a llenar el recinto con su presencia y el sentimiento de sus letras.

 

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