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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Pasión desesperada en Ellis Island

Davide Livermore debutó el jueves en el Liceo con una proustiana lectura de 'Manon Lescaut', primer éxito de Giacomo Puccini

Lyudmyla Monastyrska y Gregory Kunde, en un momento de 'Manon Lescaut'.
Lyudmyla Monastyrska y Gregory Kunde, en un momento de 'Manon Lescaut'. Marta Pérez

El director de escena Davide Livermore, exintendente del Palau de les Arts de Valencia, debutó el pasado jueves en el Liceo con una proustiana lectura de Manon Lescaut, primer éxito de Giacomo Puccini. Todo arranca con un actor encarnando a un octogenario Renato Des Grieux que regresa a Ellis Island en 1954, año en que se cerró el histórico centro que frenaba el flujo de inmigrantes que llegaba a Nueva York, para ajustar cuentas emocionales con su trágico pasado junto a Manon. Para justificar ese juego teatral, distorsiona a placer la trama original, con resultados a veces muy entretenidos. A todo ello sobrevive el genio de Puccini y triunfa la voz como expresión máxima de la emoción.

Puccini dejó claro en sus cartas a Giuliu Ricordi, poderoso editor y arquitecto de su carrera, que el transfondo político y social eran aspectos secundarios en sus óperas, un marco en el que cobran fuerza las emociones de sus personajes, en especial los femeninos; en el caso de Manon, su primera gran heroína, no temía como su editor la comparación con la ópera de Massenet sobre el famoso relato del abate Prévost. “Creo en Manon, que ganará el corazón del público”, le escribe a Ricordi para tranquilizarle, “Massenet siente la historia de Manon como un compositor francés, yo la siento como italiano, con passione disperata”.

Y el flanco más débil y discutible del montaje de Livermore —que llega al Liceo justo un año después de su estreno en el Teatro San Carlo de Napoles, coproductor del montaje junto a los coliseos de Barcelona y Valencia— es que el realista envoltorio teatral que se ha inventado, con ínfulas cinematográficas, casi consigue ahogar las emociones que Puccini expresa de forma más certera con una hábil combinación de inspiración melódica y canto pasional.

Manon Lescaut, de Puccini

Liudmyla Monastyrska, Gregory Kunde, David Bizić, Carlos Chausson. Coro y Orquesta Sinfónica del Gran Teatre del Liceu. Director de escena: Davide Livermore. Director musical: Emmanuel Villaume. Liceo. Barcelona, 7 de junio.

Livermore nos cuenta su historia, una denuncia del drama de la prostitución y la inmigración, lejos de las intenciones operísticas de Puccini y aún más lejos del siglo XVIII de Prévost; Manon, prostituta deportada, morirá durante la cuarentena en Ellis Island —la escena evoca un pabellón del centro a su llegada, en 1893—, sin alcanzar el amor y la libertad soñada. Teniendo en cuenta que en la trama original muere de sed en un desierto americano, y que en Nueva York lo único que dan gratis es agua, este final exige mucha imaginación al público.

En el foso, Emmanuel Villaume, también debutante en el Liceo, brinda una vehemente y apasionada lectura musical al frente de una orquesta y un coro que mantienen el tipo ante los tremendos contrastes dinámicos de la partitura. La orquesta ilustra y refleja el estado de ánimo de los personajes, pero, en el teatro pucciniano, la voz toma el protagonismo cuando llega el momento dramático relevante. En este sentido, Villaume no les puso las cosas fáciles a las voces, por excesivo volumen.

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Nivel en los secundarios

La notable pareja protagonista formada por la soprano Liudmyla Monastyrska y el Gregory Kunde solo brilló cuando pudo dar rienda suelta a su temperamento dramático. Pasaron con apuros el muy lírico primer acto, en el que resultan poco creíbles como jóvenes enamorados, pero a medida que crecen las pasiones y la vocalidad pucciniana pide más acentos dramáticos, arrancaron los primeros aplausos. Se puede pedir un fraseo más elegante y mayor dominio del arte de la conversación musical, en el que Puccini fue gran maestro con un uso de la dicción tan certero como su instinto teatral, pero no más entrega.

Frente al magistral sentido teatral del bajo Carlos Chausson dando carácter a Geronte di Ravoir —en el segundo acto lo vemos regentado un lujoso prostíbulo en París en el que vive Manon— el barítono David Bizi ofrece un sargento Lescaut de buena voz, pero de línea irregular. Buen nivel en los papeles comprimarios y eficaz el actor Albert Muntanyola como Des Grieux de edad provecta, aunque su recurrente presencia durante toda la ópera, mirando o guiando a los jóvenes amantes, acaba resultado algo cargante.

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