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JAZZ Kamasi Washington
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El raro consenso

El saxofonista de Los Ángeles es una de las grandes esperanzas de la música negra y dejó huella en los asistentes de su concierto en Madrid

Imagen de archivo de un concierto de Kamasi Washington.
Imagen de archivo de un concierto de Kamasi Washington.LORENZO DUASO

Un huracán pasó anoche por Madrid. No lo notarían, quizás, porque se circunscribió a la ribera del Manzanares y apenas dejó huella en un millar de testigos. Pero algunos no olvidarán la furia fulgurante de esos vientos, manejados por un sumo sacerdote de túnica blanca y dorada, presencia física y espiritualmente imponente y, a sus 37 años, capacidad muy tempranera para sentar cátedra.

La unanimidad es una circunstancia insólita en el mundo de jazz, pero puristas y eclécticos, arquetípicos o licenciosos: todos quieren canonizar al saxofonista de Los Ángeles como una de las más grandes esperanzas (realidades) de la música negra durante la última década, y como tal le aclamaron anoche en una visita que, de tan anhelada, se diría advenimiento. Y todo ello en un escenario como La Riviera, lo menos jazzístico que cabría imaginarse en la ciudad.

El consenso no solo es un fenómeno raro, sino también sospechoso: lo despertaban los ropajes del emperador en la famosa fábula de su traje nuevo hasta que se alzó la primera voz alertando de que aquel cretino paseaba en pelota picada. Pero a Washington no le podremos aplicar el cuento porque anoche demostró que sus vestimentas son estelares. Y provenientes de las mejores sastrerías. La base textil, de la factoría Coltrane; los oropeles, importados desde África y de los años de Miles Davis en torno a su monumental Bitches brew. Una conexión intergeneracional simbolizada de alguna manera con la presencia del saxo soprano de Rickey Washington, papá de Kamasi, a partir del tercer tema.

La pieza se titulaba Leroy and Lanisha, por cierto, y su pulso trepidante busca argumento e inspiración en los dibujos animados de Charlie Brown. No hay academicismos, ya decimos, en la sintaxis de Kamasi, un caballero cuyo acceso al gran público llega a través de su decisiva aportación a To pimp a butterfly, del rapero Kendrick Lamar. Esa tentación callejera asoma aquí y allá, sobre todo a partir del trombón siempre travieso de Ryan Porter. Pero también con la sorprendente utilización del vocoder o distorsionador de voz, que sirve al teclista Bandon Coleman para ejecutar el tema central en Truth, esa maravillosa suite de 15 minutos que define el álbum Harmony of difference.

La voz, digamos, convencional le corresponde a Patrice Quinn, que en Black man nos trae al grupo Return to Forever a la memoria, aunque con más negritud en la garganta, claro, que la entonces aportada por Flora Purim. La trazabilidad resulta nítida, pero el resultado final no es tan homologable como excitante, y más si Washington dispone a un batería en cada extremo del escenario para flanquearle. Piezas extensas que se pasan en un suspiro y un avance (Fists of fury) de su inminente doble álbum Heaven & Earth para dejarnos los dientes largos. Kamasi nos atraviesa como una exhalación, pero deja una profunda huella.

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