De todos los colores
Espectacular concierto de la OSG con dos obras inéditas en sus atriles y el estreno en España del ‘Concierto para orquesta’ de Jennifer Higdon
El concierto de abono de esta semana de la Orquesta Sinfónica de Galicia han sido una nueva muestra del paulatino cambio de tipo de su programación. En programa, dos obras que la orquesta afrontaba por primera vez, Common tones in simple time, de John Adams y el Concierto para dos trompas en mi mayor, RWC C 56 de Michael Haydn y Antonio Rosetti. Y en la segunda parte, el estreno en España del Concierto para orquestade Jennifer Higdon.
Tres obras inéditas en los atriles de la OSG, en un programa de corte algo más habitual introducción orquestal, concierto instrumental, gran obra para orquesta. La única diferencia en este sentido fue la duración de la obra de Adams, una espléndida muestra del mejor minimalismo. Hay en ella un continuo y doble flujo. El primero y más evidente a los oídos del oyente medio es su rápido y superficial de pequeños motivos melódicos y rítmicos en el transcurrir horizontal de la música; el segundo, ya bajo esta superficie y siempre más sutil, el lento desplazamiento armónico.
Esta superposición de ambos elementos estructurales podría evocar el brillo de cambiante rapidez de la superficie de un gran río en el fondo de cuyo cauce un ejército de pequeñas rocas fuera modulando regularmente la verticalidad del sonido produciendo ondulaciones poco apreciables en la superficie. La interpretación de Robert Spano al mando de la Sinfónica extrajo todas las posibilidades expresivas de la obra, con una lectura que resaltó ambas características en una precisa unidad de concepto y expresión.
El Concierto para dos trompas de M. Haydn y Rossetti es una obra de corte clásico. David Bushnell y Nicolás Gómez Naval marcaron al inicio del primero de sus tres movimientos, Allegro – Maestoso, la pauta de una versión que traspasó la frontera de la corrección. Más allá de una ejecución impecable, los dos solistas de trompa de la Sinfónica hicieron gala de una primorosa limpieza, tan difícil en su instrumento. Su virtuosismo voló además muy por encima de la perfección técnica, con una musicalidad que fue una demostración palmaria del porqué la sección de trompas de esta orquesta tiene una calidad excelsa.
Si hubiera que resumir en una sola frase, bien podríamos decir que hicieron música a lo grande. Las dificultades de mecanismo de los tiempos extremos enmarcaron el Romance central, un Adagio lleno de sentimientos que ambos convirtieron en un precioso diálogo cargado de sutilezas y buen gusto. El alma que pusieron los solistas desde el principio de la obra arrastró a sus compañeros de la Sinfónica.
El acompañamiento orquestal, que se inició un punto distante y algo rígido por parte de Spano, fue de menos a más. Pero llegó a ponerse a la altura de Bushnell y Gómez Naval a partir del desarrollo del Romance, alcanzando en el tercer movimiento –un Rondó de libro- la gracia interpretativa y claridad de Finale a la que este está destinado. El dúo para dos trompas solas que tocaron como propina –un arreglo de Bushnell sobre la Vocalisse op. 34 núm. 14 de Rachmáninov- terminó de redondear su soberbia actuación.
En la segunda parte la OSG hizo el estreno en España del Concierto para orquesta de Jennifer Higdon. La obra, de un riquísimo colorido orquestal, tiene para el oyente un atractivo sonoro y presenta para los músicos una enorme dificultad de ejecución. Algo esto último que quizás se podría relacionar con el hecho de que no se haya estrenado en España hasta este concierto. De los cinco movimientos en que se estructura, solo tiene indicación el tercero, Mystical, una especie de meditación central que encontramos como la clave que corona el amplio arco de cinco movimientos que describe la obra de Higdon.
El primero supone una presentación de credenciales de la obra y su dificultad técnica; en él todas las diferentes secciones de la orquesta tienen su parte de protagonismo. Los temas fugados de las cuerdas son como el entrelazado de una firme red sobre la que se tejen intervenciones solistas y por secciones. El segundo, para cuerdas tiene una gracia no exenta de fuerza en una obra que, en realidad, está vertebrada toda ella por esta característica.
El ya citado Mystic alcanza quizás los momentos de más pura emoción, junto a la exhibición de musicalidad de la sección de percusión en el cuarto, acompañada por los teclados y arpa. El suave y continuo crecimiento de intensidad de este movimiento se desarrolla por completo a partir de su último tercio y desemboca en un quinto colmado de un frenesí sonoro siempre creciente.
Sería injusto destacar a ningún solista o sección. Absolutamente todos ellos volvieron a dar lo mejor de sí mismos, algo a lo que el público de A Coruña está acostumbrado pero sabe valorar justamente. Lo hizo de nuevo el viernes, con una sonora ovación que los músicos de la Orquesta Sinfónica de Galicia quisieron compartir de forma evidente con el maestro Spano. Este la trasladó a la autora de la obra con el conocido gesto mostrar al público la partitura, a lo que añadió el detalle de dejar sobre ella el ramo de flores recién recibido.
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