Una excavadora en la pista
La compañía Cirque Inextrémiste presenta en el Price un espectáculo con grandes ingenios mecánicos
En la pista del Teatro Circo Price se ha metido una excavadora, pero no porque el edificio esté en obras para convertirlo en pisos turísticos, sino porque ahora la excavadora también es una artista de circo. La compañía francesa Cirque Inextrémiste lleva su espectáculo Extension al Price desde hoy hasta el próximo domingo. Se trata de un show insólito, en que las tradicionales artes del circo son reemplazadas por este monstruo mecánico, pero ágil, y otros objetos poco habituales, como las bombonas de butano. Para más sorpresa, uno de los acróbatas es parapléjico: Rémi Lecoq usa la excavadora como una extensión de su cuerpo. Desde luego, aquí se cumple con una de las exigencias del circo: la búsqueda del más difícil todavía. No en vano, Inextrémiste viene de in extremis.
La historia de Lecoq es una de esas historias de superación que tanto inspiran y motivan, pero en plan extremo: empezó a estudiar circo de niño, a los 21 años (hace 14) sufrió una caída haciendo acrobacias y se rompió la columna vertebral. No volvió a caminar. “Intenté dedicarme a otras ocupaciones”, dice, “pero no pude hacer otra cosa, y volví al circo”. Ahora, con su excavadora, es una especie de ciborg mecánico y brutal. "Aprendí a manejar la excavadora (aunque no lo he aprendido del todo) alquilando una y yendo al campo a practicar ocho horas al día, sin parar. Era como un gran juguete en mis manos, una extensión de mis brazos con la que podía levantar grandes pesos, como las bombonas de butano, con un dedo", cuenta.
“La historia que hay detrás de este espectáculo son las relaciones entre las personas, que a veces pueden ser malas con las demás”, cuenta Rémi Bezacier, otro de los artistas. “También cómo van cambiando las relaciones de poder entre ellas”, apunta Sylvain Briani, otro compañero que, junto con el técnico Frédéric Guillaume, completa la compañía. Y, por supuesto, cómo las personas más diversas pueden lograr los mismos objetivos.
“En el circo europeo existe una tendencia entre compañías jóvenes pero consagradas a trabajar con materiales de construcción, a reinventar y encontrar un sentido lúdico en la materia más artesana: madera, ensamblajes, bloques, construcciones efímeras”, dice la directora artística del Price, María Folguera. Cirque Inextrémiste lleva esta práctica a sus últimas consecuencias, utilizando las citadas bombonas de butano o la excavadora, a las que a priori es difícil verles el carácter poético pero que, bien utilizadas, lo tienen. Sin contar el aire arriesgado que solemos asociar a las bombonas naranjas, que algunas veces llegan a explotar (pero no en este espectáculo). La compañía ya había estado en el Price en 2016 con su anterior montaje, Extrêmités, de formato más pequeño y con menos despliegue musical y audiovisual. El hermano mayor que ahora presentan viene a ser una suerte de continuación. “Ahora es más ciencia ficción”, dicen los artistas.
También hay que tener en cuenta, según Folguera, la cuestión de la convivencia de los cuerpos, otro de sus sellos de distinción. “La representación de la diversidad se realiza a través del humor y del juego. El punto de partida no es la corrección política”, dice la directora. “Me sorprendió y cautivó la descripción de la excavadora como exoesqueleto [que hace la propia compañía] del acróbata parapléjico sobre excavadora como superhéroe, un ser biónico de ciencia ficción”. La gran potencia del circo como lenguaje reside, en palabras de Folguera, “en esta filosofía en acción, encarnada en los cuerpos, no a través de la palabra sino de probar lo imposible, lo extremo, por un rato”.
Es una buena muestra de las nuevas corrientes de circo que retuercen la idea original de la pista con animales, clowns y domadores, el de toda la vida, y llegan a nuevas cotas poéticas y narrativas. “El circo que hacemos no es una serie de demostraciones para que el público aplauda, sino que todos los números se inscriben en una línea determinada, en una historia”, dice Briani. “Es lo mismo que el circo tradicional, pero diferente”, concluye Lecoq.
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