Cuando también se canta con los gestos
Luz Casal rindió al coliseo operístico barcelonés con sus excelentes interpretaciones
Tiene una sonrisa franca que cautiva, canta con la voz, pero también con el cuerpo, que mueve en consonancia con lo que la canción le dice al oído, se sabe colocar bajo la luz y siempre mira hacia todos los rincones donde haya alguien que la mire, sea en la primera fila de platea o en la parte más ignota del gallinero. Es, cada día más, una intérprete completa a la que los años van dotando de más y más recursos. Incluso su vestuario ha madurado con ella, ahora dama coqueta, reposada y elegante, que lució dos escotados trajes que decían mucho de cómo ella se ve. Y se ve tal y como el público la ve: estupenda. En dos horas y media de actuación plena, Luz filtró su personalidad hasta en la tapicería de las butacas, allí donde reposaban sus adeptos, personas de toda condición que asistieron el estreno de su último trabajo, Que corra el aire.
Este disco pasó completo y por orden por escena, abriendo la primera parte de una actuación que tuvo tres. Pop-rock con acentos puntuales de americana que evoca los gustos y personalidad de Ricky Faulkner, su versátil productor barcelonés. En esta parte, principalmente al comienzo, pareció que la voz de Luz no llegaba bien, faltándole definición y presencia, pero poco a poco fue afinándose la mezcla hasta ocupar el lugar central de la noche. Los medios tiempos se enseñorearon del repertorio, y temas como su relación con Barcelona o la nostalgia que con el tiempo sienten hacia su tierra quienes, como ella, hubieron de abandonarla, se enseñorearon de los parlamentos. El momento más emocional fue quizás el instante dedicado a Lucas, un niño fallecido prematuramente a causa de la enfermedad y que ella ha convertido en canción, a la sazón una de las canciones notables del álbum. Y para el final lo mejor, una morna caboverdiana interpretada como si en ese momento Luz fuese pura nostalgia, o una soberbia apropiación del Amores de Mari Trini, una de esas piezas que Luz cantó con todo su cuerpo, seno de mil gestos.
Sus grandes éxitos coparon la segunda parte del concierto, que en su primera mitad tuvo el tempo pausado propio de cantar casi al oído del Liceo, espectador de más interpretaciones excelentes como las de Un nuevo día brillará, Besaré el suelo, Dame un beso o Pedazo de cielo donde Luz, literalmente se desmelenó. Llenando con su sola presencia la amplitud del escenario, casi siempre clavada en su centro ante el pie de micro, que abandonó en pocas ocasiones, se la veía plena, dominándolo todo. Y es que la cantante se encuentra en un gran momento ya desde hace tiempo, y su sola manera de cantar ya son un activo suficiente para asistir a sus conciertos. Luz cerró esta segunda parte con el tramo rockero de su repertorio, responsable de que por un momento las butacas del Liceo perdiesen su sentido. Cuatro soberbios bises, Lo eres todo, Piensa en mí, Negra sombra y Te dejé marchar, remataron dos horas y media de un concierto para mayor gloria de una de las mejores intérpretes de la música española. Y está en forma
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.