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Sonidos para oídos inquietos

Electrónica en Abril lleva a La Casa Encendida a 13 artistas que mezclan estilos bailables con experimentación

Uno de los conciertos de la pasada edición del festival Electrónica en Abril.
Uno de los conciertos de la pasada edición del festival Electrónica en Abril. La Casa Encendida

A primera vista, meter perreo en un festival de música experimental para melómanos no parece una buena idea. Pero bastan un par de trazos de Abraham Rivera, programador de esta edición de Electrónica en Abril, para confirmar el acierto de su propuesta: “El reguetón, el dance hall y el trap son músicas de ahora, solo que las llevamos a extremos inhabituales”. El afán experimentador sigue intacto en la decimosexta cita de La Casa Encendida, del 5 al 8 de abril.

Artistas como Endgame y Merca Bae apuestan por la iconoclastia para convertir en digeribles géneros estigmatizados por el público más purista. El primero es cofundador del colectivo londinense Bala Club y se atreve a confrontar ritmos latinos con electrónica industrial, una afrenta de resultado impredecible y sorprendentemente cabal. El salmantino Merca Bae disloca, ralentiza y deforma los compases germinales del reguetón para llevárselos a su propio costal, y anuncia un cierre de sábado exultante y exhaustivo, para gastar zapatilla a placer. Los sonidos jamaicanos también inundarán La Casa Encendida: el antillano Equiknoxx y el italiano Simone Trabucchi, alias STILL, anudarán influencias del norte del país transalpino, Etiopía y Kingston, con soltura globalizadora.

“Hay artistas que juegan con esta faceta del mainstream [música de masas] y la llevan a su terreno, sin caer en lo estrictamente comercial”, explica Rivera. “Forma parte del presente, de la cultura popular, pero llevado a ese terreno experimental que es donde trabaja La Casa Encendida, y este festival en concreto. Son géneros que para quien le gusta la música electrónica podrían denostar, pero acercándose de esta manera lo pueden entender mejor”. También habrá espacio para la electrónica en un sentido más canónico. Como Jana Rush, que frenetiza las bases rítmicas del drum and bass, a su manera. “Era un referente en los noventa, se creó una imagen de dj muy potente en la escena de Chicago, y publicó el año pasado un disco con temas que tenía en el tintero medio olvidados, y de pronto apareció en todas las listas influyentes como Pitchfork o Pop Magazine”, explica Rivera: “Es superfuturista y bailable, con un punto muy urbano. Y lo único que ha hecho es rescatar sonidos de hace 20 años y traerlos al presente, pero con cautela, claro”.

El festival programa a 13 exponentes de la electrónica en muchas de sus ramificaciones, y en solo cuatro días. Habrá sitio para el ambient minimalista de la mano de Caterina Barbieri, el dubstep bailongo de Ikonika, y los sonidos hiperurbanos del californiano James Whipple, alias M.E.S.H., a través del colectivo berlinés Janus y el productor del sur de Londres Louis Carnell, más conocido como Visionist.

También habrá electrónica apta para menores: la vasca Miss Biotza propone una jornada matinal para que padres e hijos viajen desde los comienzos del krautrock a los sonidos experimentales de los setenta y la electrónica de los ochenta, y que sigan bailando hasta llegar a lo que se pincha en la actualidad.

Esta edición, un año más, es aglutinadora, sin abandonar el factor riesgo. “Mezclamos estilos con un sentido”, aclara Rivera, “y este tipo de acercamiento entre diferentes corrientes musicales es muchas veces el adelanto de algo que luego puede contaminar, en el buen sentido, a la música más comercial. Al principio a muchos les parece un sacrilegio, claro, pero estos artistas son unos adelantados. Demuestran que el mainstream y la experimentación se pueden retroalimentar”.

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