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Cuando Rembrandt hacía fotos a mano

El Museo Lázaro Galdiano expone una muestra de grabados del artista holandés del siglo XVII

Andrea Nogueira Calvar
Una visitante en 'Rembrandt, Obra gráfica', muestra del Museo Lázara Galdiano.
Una visitante en 'Rembrandt, Obra gráfica', muestra del Museo Lázara Galdiano. Inma Flores

Aunque el arte por el que hoy más se conoce a Rembrandt es la pintura, fue el grabado el que le propició la fama en el siglo XVII y en los venideros. El Museo Lázaro Galdiano exhibe, desde ayer y hasta el próximo junio, Rembrandt. Obra gráfica, una colección de más de 30 estampas inéditas del artista que permiten ver su evolución en esta técnica y comprobar por qué está considerado uno de los mejores grabadores de la historia.

Rembrandt van Rijn se erigió como maestro del barroco gracias en parte a sus más de 300 láminas. En ellas pasa de la minuciosa construcción del dibujo, con cientos de líneas definidas, al dominio total de la composición a través de solo luces y sombras. Carmen Espinosa, comisaria de la muestra, explica que esto “sorprende a los grabadores de su época porque consigue transformar las técnicas habituales”. Este desarrollo del dominio de la luz queda patente en la colección y puede verse culminado en piezas como La oración del rey David (1652), donde el conjunto de la estampa se confecciona con manchas. “Si nos fijamos bien, la figura no tiene ni ojos ni boca”, enfatiza Espinosa.

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No solo con la técnica sorprendió el neerlandés, también con la temática. Mientras el resto de Europa se dedicaba a las escenas religiosas y mitológicas, él fue más allá. Como expone la comisaria, “el retrato en grabado no era muy habitual y él era un genio; a la gente le gustaba verse en un tipo de retrato que es manejable y se puede hacer ediciones, como una especia de fotografía”. Rembrandt volvía una y otra vez sobre todos sus grabados, bien para mejorar la obra, bien para actualizarla y seguir vendiendo las nuevas estampas, lo que incentivaba que los compradores se convirtiesen en coleccionistas. El pequeño formato de estos trabajos permitía además que circularan con mucha facilidad.

Aun cuando encara temáticas religiosas, el artista las trata de manera novedosa, representando a los personajes en momentos poco habituales por ser de una gran cotidianeidad en sus poses y caracterizaciones. Para ello emplea también elementos inusuales en estas escenas, como en El buen samaritano (1633), donde se ve a un perro en primer plano. También actualiza la composición, como en El ángel alejándose de Tobías (1641), donde las plantas de los pies de un ángel salen volando por una esquina del grabado.

El coleccionista Lázaro Galdiano recopiló estas estampas probablemente en París, pues apenas se conoce obra de Rembrandt en España. A Francia llegaron después de que el artista vendiera su taller de estampación para solventar sus problemas económicos. Rembrandt acumuló una gran cantidad de dinero con la venta de obras propias y ajenas, pero también sufrió la bancarrota.

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Sobre la firma

Andrea Nogueira Calvar
Redactora en EL PAÍS desde 2015. Escribe sobre temas de corporativo, cultura y sociedad. Ha trabajado para Faro de Vigo y la editorial Lonely Planet, entre otros. Es licenciada en Filología Hispánica y máster en Periodismo por la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS.

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