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Carlomagno vive en Girona

Un libro reconstruye el culto al emperador en la catedral de la ciudad a partir de los documentos, los objetos y las leyendas que han pervivido a lo largo de los siglos

José Ángel Montañés
Clave de bóveda con la imagen de San Carlomagno de la catedral de Girona.
Clave de bóveda con la imagen de San Carlomagno de la catedral de Girona.

Estando el emperador Carlomagno en la ciudad de Girona un día de invierno, subió al campanario de la catedral para ver la ciudad completamente nevada. La mala suerte hizo que se le cayera su famosa espada Joyosa (Joyeuse) clavándose en el suelo con tal fuerza que emprendió un camino hacia el interior de la Tierra. Y así sigue, hasta que alcance el centro el planeta, momento en que se partirá en dos y se producirá el fin de mundo. Por suerte, se trata solo de una leyenda fantástica sin base científica. De hecho, Carlomagno no estuvo nunca en Girona, pese a que además de este relato tan artúrico se le ha atribuido la liberación de la ciudad del dominio musulmán en el año 785, con ayuda de un buen número de milagros y prodigios. También, la construcción de la nueva catedral de la ciudad.

Pese a que no es posible que este gran monarca germánico, inspirador para algunos de la Unión Europea, participara en ninguno de estos hechos, en el templo gótico es posible seguir el rastro de su presencia. Es lo que pone en evidencia Joan Molina, profesor de la Universidad de Girona, en La memoria de Carlomagno: culto, liturgia e imágenes en la catedral de Gerona que acaba de publicar Fundación Santa Maria la Real. La relación tuvo su punto álgido con la institución en 1345 por parte del obispo Arnau de Montrodon del culto al emperador en la catedral que se celebraba cada 29 de enero con una solemne celebración litúrgica que constaba de misa y procesiones cantadas de vísperas y laudes. Una pompa y fasto que transformaban la catedral en un auténtico teatro para el homenaje al emperador carolingio.

Escultura de Jaume Cascalls San Carlomagno, en el museo de la catedral de Girona (1345)
Escultura de Jaume Cascalls San Carlomagno, en el museo de la catedral de Girona (1345)

Entre los méritos para venerarlo estaban ser un “atleta de Cristo”, defender la ortodoxia cristiana, ser cruzado en Tierra Santa para recuperar la corona de espinas y ayudar a expulsar a los sarracenos de la Península, además de fundar un buen número de iglesias en honor de la Virgen.

“En ese momento estaba vigente la leyenda que atribuía la conquista de la ciudad y la fundación de la catedral al emperador por lo que el cabildo estaba más que justificado para instaurar su veneración”, prosigue Molina que vincula la santidad de Carlomagno con la construcción de todo el imaginario de la catedral que culmina la primera fase del proyecto arquitectónico del nuevo templo.

Pero hay otros motivos que resalta el especialista y que estaban vinculados con la búsqueda de prestigio y pedigrí de la catedral frente a otros templos como la vecina iglesia de San Felix, la primera catedral de la ciudad. “En 1330 el condado de Ampurias comenzó a reivindicar que se restableciera su antigua sede episcopal, que perdió con la dominación musulmana. Es de suponer que se instauró el culto al emperador con la idea de legitimar la catedral frente a sus rivales”, explica Molina.

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Son varios los elementos que hablan de este culto imperial que se instituyó en el siglo XIV. Entre ellos, la escultura de Jaume Cascalls de San Carlomagno, representado como vencedor del pecado y de la muerte, que puede verse en el Museo de la Catedral y que estuvo hasta finales del siglo XIX en una de las capillas del templo. A la escultura le falta el brazo izquierdo donde “es posible que portara un símbolo, quizá la maqueta de la catedral”, apunta el profesor. Otras de las imágenes vinculadas con su culto es una cátedra monumental de madera profusamente decorada que presidía el coro catedralicio en la que se representó al monarca y al obispo Montrodon. La tercera, una clave de bóveda en la que aparece un personaje barbado rodeado de flores de lis. “Se creía que era un Dios Padre, pero sin duda representa a Carlomagno”. Son tres obras producidas en el periodo en el que se instituyó el ritual a San Carlomagno, “pero seguro que hubo más”.

La catedral de Girona, a la derecha, y en frente la torre de San Félix.
La catedral de Girona, a la derecha, y en frente la torre de San Félix.Agustí Ensesa

El culto al emperador pervivió hasta 1483, casi siglo y medio, hasta que papa Sixto IV ordenó suprimirlo y el 29 de enero del año siguiente ya no se celebró. Pero las huellas de este culto pervivieron. “Los canónigos, conscientes de que no podían sortear la prohibición potenciaron otras manifestaciones como la lectura de un sermón en la que se seguía celebrando la leyenda de la conquista, una lectura que se seguía realizando a comienzos del siglo XIX cuando en 1807 Jaime Villanueva lo escuchó y narró su experiencia”.

La catedral de Girona cuenta con una serie de elementos peculiares que la leyenda ha vinculado a Carlomagno. “Están asociados a la munificencia del emperador y todos son conocidos como obras ‘de Carlomagno’, como una Virgen con el Niño, una copa de plata, el Tapiz de la Creación, varios códices, una Biblia y elementos constructivos como la llamada ‘Torre de Carlomagno’ de la catedral románica, además de la Fuente de Carlomagno situada en el monte Barrufa donde, al parecer, acamparon las tropas carolingias durante el asedio a la ciudad”, prosigue Molina. Pero quizá el elemento más destacado del templo que se asocia con el emperador es la monumental cátedra episcopal, un conjunto del siglo XIV, único en Europa, en el que han sobrevivido todos los elementos: baldaquino, trono, retablo y unas escenográficas escaleras, aunque una lamentable reforma en los noventa los ha separado. “Todos son elementos de época románica, pero acabaron siendo parte del memorial de la fundación de la catedral y fundamentales para narrar la historia mítica de Carlomagno”.

Baldaquino y altar de la catedral del siglo XIV. Detrás quedan la cátedra y el retablo.
Baldaquino y altar de la catedral del siglo XIV. Detrás quedan la cátedra y el retablo.

Molina recuerda que hay otro elemento más reciente, de apenas cien años, que habla de la pervivencia del monarca en el templo. “La historia de la leyenda y culto de Carlomagno es la historia de un triunfo pese a que se suprimió la fiesta en el siglo XV ya que los diferentes miembros del capítulo gerundense la fueron alimentando siglo a siglo, como cuando mandaron construir una gran vidriera en 1916 en un ventanal sobre la puerta de los Apóstoles y se decidió que San Carlomagno fuese representado entre otros santos de la iglesia”. Algo que le permite decir al autor “que San Carlomagno vive aún en la catedral de Gerona. In saecula saeculorum".

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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