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CRÍTICA | ELECTRÓNICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

OMD: El baile más efervescente

El dúo de Liverpool, activo no solo por nostalgia, se muestra pletórico ante una Riviera con las entradas agotadísimas

Andy McCluskey, en el concierto de Barcelona.
Andy McCluskey, en el concierto de Barcelona. Jordi Vidal (Redferns)

Un detalle entrañable: allá por los ochenta, cuando sabíamos aún menos inglés que ahora, Orchestral Manoeuvres in the Dark tenían un nombre tan enmarañado que acabamos interiorizándolos (y exteriorizándolos) con su traducción al castellano, Maniobras Orquestales en la Oscuridad. Ahora el acrónimo OMD ha estilizado y universalizado la marca, pero lo mejor del caso es que Andy McCluskey y Paul Humphreys no se han quedado como una entrañable reliquia de sentimentales ni en meras antiguallas para antropólogos del pop. Los de Liverpool remolonearon anoche hasta casi las 21.45 para dejarse ver por La Riviera, donde los 1.800 espectadores habían agotado el papel semanas atrás, pero llegaron con el disco duro cargadísimo de pop sintetizado y alta viralidad danzarina. De lo mejor que la electrónica comercial ha sabido conjugar a lo largo de estas cuatro últimas décadas.

McCluskey verbalizó la fórmula, cual telegrama, a los cinco minutos de sesión. "Canciones nuevas. Canciones viejas. Baile". Fue así, en efecto, pero el desarrollo de la idea es más complejo que su resumen ejecutivo. Se necesita combinar el chisporroteo digital con los ganchos melódicos y la excelente voz de Andy, que a los 58 años no se ha avejentado y conserva aquel sereno dramatismo de los mejores tiempos. Todo ello aderezado con buenas dosis de teatralidad escénica, mucho movimiento robótico de las manos... y una presencia testimonial de su sempiterno bajo. Entrados en la harina 'tecno', la diferencia entre un 80 o un 90 por ciento de música pregrabada no deja de pertenecer ya al terreno de la anécdota.

El muy notable material de la última etapa, con The Punishment of Luxury (2017) como estandarte, predominó en la primera parte. OMD han vuelto a mirar hacia Kraftwerk, aunque no con tanto descaro como cuando, de jovencitos, los alemanes les perdonaron alguna demanda por plagio. A los tres cuartos sonó la fabulosa Souvenir, con la voz más dúctil de Humphreys al frente, y los ánimos bullían, los vellos se erizaban, los brazos activaron el baile más efervescente. Y los haces de luz bañaban los rostros al compás de esta colección de "canciones del verano para un mes de febrero". Difícil discutirle la definición a McCluskey: ayer entraban ganas de perder 30 años, desempolvar las bermudas y colarse como extras en alguna escena de Call Me By Your Name.

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