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Crítica musical

Vermú de autor con dos chicos intensos

Txetxu Altube y Jorge Marazu inauguran los terceros Matinales con un derroche de sensibilidad

Txetxu Altube durante su actuación.
Txetxu Altube durante su actuación.Álvaro García

Nada puede ir mal en un concierto que cuenta con el disco de Nick Drake Pink Moon amenizando la espera en la sala. Y menos aún si sus protagonistas son dos alumnos de la canción de autor tan avezados como Txetxu Altube y Jorge Marazu, nombres cada vez más familiares y mucho más que emergentes. Ambos compartieron este sábado la primera entrega de Los Matinales de EL PAÍS, en una ubicación de estreno para estos menesteres diurnos: ese The Secret Society Club que, con el nombre de Medias Puri, se ha convertido en una de las salas de fiesta más cuquis de la ciudad.

Altube y Marazu, mesetario del Parque de las Avenidas y castellano recio abulense, comparten filiación cantautoril y aportan una complementariedad muy atractiva. Dos voces excelentes, la una más térrea y la otra más armada; dos flamantes discos recién aterrizados en la estantería, Tras el HuracánLumínica. Y dos discursos similares, aunque sean de alguna manera el haz y el envés: el corazón desangelado y el pletórico, el invierno y la primavera, la húmeda bruma y los campos de girasol. La sensibilidad a flor de piel de dos muchachos capaces de abrir el alma a espuertas.

Jorge Marazu en Los Matinales de EL PAÍS.
Jorge Marazu en Los Matinales de EL PAÍS.Álvaro García

Txetxu, que ya acreditaba una trayectoria importante al frente de Los Madison, ha consolidado un estilo muy característico, con un pie en Springsteen (o Quique González, obvio) y el otro en el piso mojado de las calles dublinesas. El violín, los pitos y flautas colorean el discurso de un hombre que se confiesa "muy intenso, lo que mola solo a ratos". Y que llega a titular una pieza Dejar de Luchar Contra Mí para admitir, aunque sea con propósito de enmienda: "soy pesimista, cobarde, me dejo caer".

No le faltó intensidad, ni mucho menos, a Marazu en la segunda mitad de este cóctel de autores a la hora del vermú. Al de Ávila, a quien casi no se le conoce sin sus característicos vaqueros rajados por las rodillas, le bastó el formato de trío para crear un ambiente ardoroso, sobre todo gracias al pellizco eléctrico que aportan las guitarras de su productor, segundo vocalista y máximo escudero, Toni Brunet. La balada contemplativa y el arrebato a lo Jeff Buckley pueden incluso confluir en esa preciosidad a dos velocidades titulada Cometa o en la ahora reinventada Recuerdo crónico. El epílogo fraternal llegó con Escandinavia (Marazu) y Compás de espera (Altube), los siete músicos en escena, las voces y los repertorios entrelazados. Eran las 15.08 y los estómagos imploraban una triste aceituna, pero la emoción siempre merece la pena.

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