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Bienvenidos al caos en la casa del orden

La visita a la intervención de Francesc Torres en el MNAC es una experiencia asombrosa

Jacinto Antón
Francesc Torres junto a una de las obras de la exposición, la escultura de Viladomat 'El Madriles'..
Francesc Torres junto a una de las obras de la exposición, la escultura de Viladomat 'El Madriles'..

Relicarios barrocos observando boquiabiertos un Aston Martin que se ha dado una soberana piña, una mujer mostrando el poblado sexo ante el mismísimo Alfonso XIII, un busto de la reina Isabel II que la multitud hizo rodar por las Ramblas y lanzó al mar (de donde fue pescado tiempo después), una granada Lafitte de la Guerra Civil estallada, unas puertas de Gaudí abandonadas en la calle, una estatua velada con un sudario de plástico como si fuera el mismísimo fantasma del Louvre... Todo esto y mucho más, incluida la galería de maltratadas pinturas de mujeres, la casa al revés, los bocetos de soldados republicanos en combate, las piezas embaladas, y a Buster Keaton esquivando piedras rodantes, puede verse (hasta el domingo, ¡no se lo pierdan!)) en la sensacional exposición La caja entrópica, el museo de objetos perdidos,que ha organizado en el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC), ejerciendo a la vez de artista y comisario, Francesc Torres, uno de nuestros creadores más universales y apasionantes.

Visitar lo que ha hecho Torres en las salas de exposiciones temporales del museo (y más si se va acompañado por él, un privilegio) es una de las experiencias más asombrosas y excitantes que se pueden vivir actualmente en Barcelona. Pocas veces se encuentra uno ante una propuesta tan inteligente, estimulante y polisémica.

Una estatua velada con un sudario de plástico parece  el mismísimo fantasma del Louvre

A instancias de Pepe Serra, al que hay que felicitar por la buenísima idea de llevar a Torres al MNAC, el artista se pasó dos años buceando en las reservas del museo y emergió de ese viaje con un montón de obras “perdidas” variopintas, desde cuadros a capiteles y gárgolas, a las que su mirada ha dotado de un extraordinario nuevo sentido, enmarcadas en un inesperado discurso global. Una verdadera genialidad que te deja boquiabierto.

Torres juega con la idea de que todos esos objetos trouvés, metidos en una imposible caja gigante, hubieran caído desperdigados por el suelo al dar un traspié en la escalera, dando lugar a un nuevo orden caótico que subvirtiese y reventase el natural, secular y tranquilizador, del museo.

'Muchacha sentada, semidesnuda', de Carles Pellicer Rouviere, una de las pinturas dañadas de la exposición.
'Muchacha sentada, semidesnuda', de Carles Pellicer Rouviere, una de las pinturas dañadas de la exposición.
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Lo cierto es que la espléndida gamberrada entrópica del artista (digna de un Belfegor) es mucho menos azarosa de lo que se deriva del enunciado de la propuesta. Las obras y objetos seleccionados y documentados exhaustivamente componen una pensadísima reflexión a diferentes niveles sobre la preservación y la destrucción de las obras de arte y el efecto aniquilador pero también extraña y fascinantemente creativo que han ejercido sobre ellas los fenómenos naturales, las guerras, la intolerancia religiosa y política o incluso los planes urbanísticos.

Así, las pinturas quemadas de Sert de la catedral de Vic, vandalizada en el 36, devienen verdaderos Pollocks, la visita nocturna de los encelados seminaristas que en 1952 rajaron multitud de cuadros del MNAC de desnudos femeninos (que hermoso, por cierto, El baño, de Louis Buisseret) entronca con la actual violencia de género y con la actitud de un Fontana cortando el lienzo blanco o el ataque de la sufragista Mary Richardson contra La Venus del espejo; la plástica oficial de los Borbones (y sus vicisitudes) se confronta con las acuarelas satíricas Los Borbones en pelotas o las películas pornográficas que disfrutaba Alfonso XIII...

El paseo, que aparte de la introducción y el epílogo se puede realizar en el orden que se quiera, lleva a encontrarte con esas 29 puertas de la Casa Batlló que quedaron abandonadas en la calle en 1957, el arte republicano escondido (como los propios topos humanos en sus casas) en los fondos del viejo Museu d'Art Modern o la instalación final de pìedras historiadas, casas de naipes y bomba (de la Legión Cóndor) que resume la sabia pasión de Francesc Torres por el arte, la historia, la vida y su fragilidad.

Y en marzo, exposición en el Macba

Tras la colaboración con el MNAC, Francesc Torres inaugurará el 8 de marzo una exposición en el Macba, el otro museo catalán en el que el artista quiere depositar lo más importante de su legado junto con los centros estadounidensese con los que trabaja habitualmente. La nueva exhibición se centra en "lo que el artista acumula" a lo largo de su vida y que tiene relación con su  creación. Torres la conceptualiza   como una acumulación de objetos con algo de Wunderkammer, cuarto de las maravillas, que será por sí misma una pieza artística. Formarán parte de esa instalación viejas armas que ha encontrado en los parajes de la Batalla del Ebro (Torres es capaz de observar el Futurismo italiano en una ametralladora Breda),juguetes que prefiguraron sus obsesiones como coches y camiones, revistas estadounidensese de los años 50 que recibía su padre y que configuraron, con sus fotos de automóviles, mujeres o la guerra de Corea,  su imaginario, y hasta una puerta de taxi barcelonés chafada.  También, una edición de Historia de la Cruzada Española utilizada por él mismo como blanco de prácticas de tiro (seis balazos) con un fusil de la Guerra Civil  Mosin-Nagant ruso. "Cosas que me marcaron de por vida", explica. Será, recalca, una instalación y no una exposición de tesis.   La exposición del MNAC, señala, no puede convertirse en permanente por falta de espacio en el museo, aunque se hará una ficha completa para que pueda ser fácilmente reconstruible y de esa forma pasará a formar parte del fondo del museo como una pieza, al igual quel as obras que la integran. Está en estudio que el epílogo de la muestra sí se conserve tal cual como obra permanente.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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