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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El torbellino identitario barre

Una parte decisiva del electorado ha cambiado de voto para priorizar su identificación nacional por encima del eje derecha-izquierda

Enric Company
Cola en el colegio electoral Ausiàs March de Les Corts.
Cola en el colegio electoral Ausiàs March de Les Corts.Albert Garcia

No, la mayoría parlamentaria de izquierdas que anunciaban los sondeos preelectorales no se materializó a la hora de la verdad, el día 21. Fue abortada en las dos últimas semanas de campaña por el torbellino identitario desatado por la crisis constitucional. El conjunto de los cuatro partidos que se reclaman de este espacio ideológico —ERC, PSC, CeC-Podem y CUP—, no alcanza la mayoría de votos; se quedan en el 47,16% del total. Los tres partidos del centro derecha —Ciudadanos, Junts per Catalunya y PP—, suman un poco más, el 48,4%. El sistema electoral premia a los ganadores: 61 escaños para la izquierda, 74 para la derecha. Son proporciones similares a la lectura del resultado que se ha impuesto como canónica, tal como lo consigna la prensa internacional: 47,5% de votos y 70 escaños para el bloque independentista (JxCat, ERC y CUP), claramente ganador, frente a un 43,4% y 47 escaños para el bloque unionista (Ciudadanos, PSC y PP). En medio, un 7,4% de los votos y 8 escaños para Catalunya en Comú-Podem, que ha quedado emparedado entre ambos.

Los partidos de la izquierda han perdido además otras batallas muy significativas, cada uno la suya particular. Esquerra aspiraba a arrebatar a JxCat, los sucesores de Convergència, la primacía entre los independentistas. No lo ha conseguido. El PSC aspiraba a recuperar su puesto como primera fuerza en el área de Barcelona, donde ha sido claramente derrotado tanto por Ciudadanos como por ERC y JxCat. No ha ganado en ningún municipio. Los comunes de Ada Colau han frenado en seco las expectativas levantadas tras ganar la alcaldía de Barcelona en las municipales de 2015 y ser la fuerza más votada en Cataluña en las legislativas del mismo año. En estas ha retrocedido 1,5 puntos.

La CUP ha perdido sus batallas con ERC y con CeC-Podem, de quienes aspiraba a recoger voto radical. A pesar del fuerte aumento de la participación, tanto CeC-Podem como la CUP obtuvieron menos votos en cifras absolutas que en las anteriores elecciones al Parlament, además de retroceder en porcentaje. El castigo es bastante severo para ambos. CeC-Podem recibió 43.000 votos menos que hace dos años y quedó sin escaño en las provincias de Lleida y Girona. El estrago fue aún mayor en la CUP: perdió 144.000 votos, casi la mitad de los que ganó en 2015, y se quedó sin escaño en Lleida y Tarragona.

La mayoría de derechas se fraguó en las áreas metropolitanas de Barcelona y Tarragona, con puntas de hasta el 38% de los votos en Badalona, Santa Coloma de Gramenet y Ripollet, Son las áreas donde se concentra la mayor proporción de población con orígenes en otras partes de España. Un partido de la derecha liberal, Ciudadanos, se ha impuesto ahí como primera fuerza, presentándose como adalid del españolismo nacionalista en oposición frontal a la izquierda catalanista. En la capital de Cataluña, sin embargo, el alza de Ciudadanos no impidió que la izquierda se impusiera con el 49,5% de los votos, frente al 48,5% de los partidos de derechas. En el eje identitario, los independentistas superaron con el 45,7% de votos a los unionistas, que se quedaron en el 43,4%.

Quienes piensan que los conflictos nacionales son un asunto de las derechas y sostienen que las izquierdas no han de implicarse en ellos han sido otra vez desmentidos por la realidad. Los ciudadanos no les siguen. Cuando hay un choque entre nacionalismos, escogen su bando. Cada uno de ellos tiene su derecha y su izquierda, y cada elector se alinea con aquel que considera como el suyo. El resultado ha sido que, en un contexto de polarización extrema, una parte de los electores que en anteriores convocatorias se inclinaban por los partidos de la izquierda, que se definen todos como catalanistas, han decidido su voto en función del eje identitario y han engrosado en esta ocasión la bolsa electoral de un partido del nacionalismo español de derechas. Son los que han pasado de votar socialista o Podemos a votar Ciudadanos. El cambio en el signo ideológico del voto se ha hecho saltando por encima del eje social. No en bloque, desde luego, pero sí en una proporción muy significativa. Y reforzando una inflexión que se inició ya en las autonómicas de 2015. El factor que enturbia esta perspectiva es que el crecimiento de Ciudadanos no se ha dado solo a costa de la izquierda catalanista. Ha sido también fruto del espectacular hundimiento del PP, que ha perdido casi todo su electorado en Cataluña, en un anticipo de lo que le puede ocurrir en el resto de España en próximas elecciones.

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