Las nucleares de Ascó y Vandellòs quieren llegar a los 60 años de vida
Las empresas propietarias pretenden que la actividad de las centrales se alargue el doble de lo previsto
Se cumplen 30 años desde que la central nuclear Vandellòs II se acopló por vez primera a la red eléctrica. La planta opera gracias a una prórroga y se acerca a la edad que se planteó como límite de su actividad. En julio de 2020 le vence la licencia y la caducidad afectará en septiembre de 2021 a Ascó I y Ascó II. Sin embargo, las empresas propietarias, tienen planes para alargar la actividad unas cuantas décadas más y creen que no entrañaría aumentar ningún riesgo.
La Sociedad Nuclear Española (SNE) refiere que la vida útil de una central nuclear es “el tiempo durante el cual la instalación puede funcionar de forma segura y económicamente viable”. La ambigüedad domina cuando se trata de poner fecha para jubilar instalación de estas, pero las empresas propietarias de Ascó y Vandellòs, Endesa e Iberdrola, han iniciado los trámites para mantenerlas abiertas 60 años. Las plantas catalanas operan en la actualidad gracias a sendas prórrogas que les concedió el Ministerio de Industria, en 2010 a Vandellòs II y un año después a las dos unidades de Ascó.
El Gobierno estiró por diez años la autorización de explotación tras un informe favorable del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN). El hecho de exigir esa evaluación y el eventual visto bueno de Industria para seguir operando más allá de 30 años, refuerza la tesis que defiende que las plantas se proyectaron para producir energía un máximo tres décadas.
Los reactores y el modelo americano
Los reactores de las plantas catalanas imitan el modelo usado en las centrales norteamericanas. El director general de ANAV destaca que 83 de los 99 reactores que hay en Estados Unidos “tienen licencia para operar hasta los 60 años”, aunque algunas de esas plantas pretenden seguir activas 20 años más. José Antonio Gago cree que mientras las emisiones estén bajo control y el mantenimiento sea óptimo, no hay motivos para cerrar. ¿Pueden operar indefinidamente? “El límite lo marca la vasija del reactor porqué cualquier intervención ahí es muy costosa económicamente”, Eloi Nolla avisa que las centrales de Fukushima o Chernobyl, superaban los 40 años de actividad.
“Cuando se diseñaron las nucleares, los ingenieros decidieron que cada central guardaría y gestionaría sus residuos. Las piscinas para almacenar los residuos quedan colmadas al llegar a los 30 años”, dice Sergi Saladié, geógrafo de la Universidad Rovira i Virgili e investigador de los impactos que genera la energía nuclear. Saladié, exdiputado de la CUP, razona que “los problemas aparecen cuando se pretende alargar la actividad de las nucleares más allá de los 30 años”.
Eloi Nolla, de Ecologistes en Acció, abunda en el argumento de la gestión de los residuos. “La vida de las nucleares, ya sea agua en ebullición o agua a presión, viene determinada por la capacidad de las piscinas en las que se almacena el combustible gastado”. En este sentido, señala que “si las centrales hubiesen sido diseñadas para funcionar 60 años, las piscinas tendrían el doble de capacidad”. Greenpeace también defiende que las plantas “se diseñaron inicialmente para una vida de 25 a 30 años”.
Sin embargo, ANAV, la empresa que gestiona Ascó y Vandellòs, lo ve diferente. Su director general, José Antonio Gago, sitúa en los 40 años la cifra de tiempo que se ha venido aceptando como tope de actividad. Pero matiza que ni tan siquiera esa es una percepción acertada porque “no hay ningún condicionamiento técnico para poner límite” a la vida de una nuclear.
Gago afirma que, a pesar de sumar años a sus juntas y ensamblajes, con un mantenimiento adecuado y una inversión escrupulosa las plantas pueden seguir operando sin incrementar el factor riesgo. ANAV asegura que gasta 40 millones de euros al año en cada nuclear.
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