Depeche Mode: bailando en los noventa en el Sant Jordi
16.000 almas asistieron al concierto en una época en la que todo el mundo coincide en que la incertidumbre está vaciando plateas
Depeche Mode llenaron el Sant Jordi en la noche del jueves en una época en la que todo el mundo coincide en que la incertidumbre generalizada está vaciando plateas, vaya eso por delante. Y pusieron a bailar a las 16.000 almas, más cincuentonas que veinteañeras, que esa fría noche se acercaron con ganas a la montaña de Montjuïc. Ganas, muchas, que ya se manifestaron en el primer tema de la velada: la reciente Going Backwards puso en pie al personal mientras Dave Grahan, a modo de clásica rock star, comenzaba sus nerviosas carreras a todo lo ancho del escenario y de la pasarela puntuada en tonos rojos y azules que se adentraba entre el público.
La velada se había abierto curiosamente con una grabación de los Beatles, Revolution, sonando en plena oscuridad antes de que el trio de Essex, convertido en quinteto sobre la tarima, ocuparan sus lugares en un escenario prácticamente vacío en el que solo destacaba una enorme pantalla posterior. Y, ya de entrada, descendiendo desde lo alto del entarimado, brazos en cruz entre abigarradas y coloristas proyecciones, Grahan, chaleco negro y rojo sobre sus abundantes tatuajes, se lanzara a conquistar a un público ya conquistado de antemano.
Tras el apabulle rítmico inicial dio la impresión de que todo iba a ser un camino de rosas pero durante la primera hora a los de Essex les costó mantener el ritmo. La causa fueron las nuevas canciones que el público recibía con extrema frialdad. Por suerte no muchas, solo tres a pesar de que la gira lleva el título del último plástico: Global Spirit Tour. Y, ojo al dato, tampoco apareció ningún tema de sus dos discos anteriores, Delta Machine y Sounds of the Universe.
Todo cambió en la larga recta final en la que se fueron encadenando una serie de dianas seguras basadas en su repertorio de los ochenta y, sobre todo, de los noventa. Se encendieron las luces de cientos de móviles y el público agitó los brazos y ya no dejó de bailar, aunque en la pista era difícil por la aglomeración. Y miles de voces cantaron todos los estribillos. En muchos momentos Grahan se limitó a apuntar con su micro hacia el personal que cantó por él muchos fragmentos sobre un ritmo tan contundente como contagioso.
Martin Gore, autor de la mayoría de canciones de la banda, tuvo su momento acústico cantando Sister of Night pero fue el encadenado final —otra hora larga incluyendo In your room, Everything Counts, Policy of Truth, Enjoy the silence— el que demostró que Depeche Mode y, sobre todo, su cantante Dave Grahan tienen cuerda escénica para rato siempre que centren sus actuaciones, eso sí, en ese pasado no muy lejano que para ellos, sin duda, fue mejor.
Never Let Me Down Again, con su ritmo perturbador, fue el apoteósico final que dio paso a una larga tanda de bises iniciada, como para romper imagen, por Gore sustituyendo a Grahan como vocalista e, inmediatamente después, volviendo descaradamente a los temas de hace dos y tres décadas. Walking in my shoes, A question of time y Personal Jesus marcaron la locura final del personal que las cantó a voz en grito.
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