_
_
_
_

El guardia civil que envenenó a dos compañeros y su hijo en una casa cuartel, condenado a 22 años

El brigada estaba obsesionado con su subordinada, sentencia la Audiencia de Alicante

Un coche patrulla de la Guardia Civil, en una imagen de archivo.
Un coche patrulla de la Guardia Civil, en una imagen de archivo. CARLOS ROSILLO

Veintidós años de cárcel. Ese es el desenlace de la pesadilla, propia de una ficción televisiva, vivida por un matrimonio de guardias civiles y su hijo de tres años en la casa cuartel de Villajoyosa (Alicante). Un tribunal ha impuesto esa condena al brigada del Instituto Armado Francisco García, a quien su obsesión por una subordinada le llevó a intentar asesinarla junto a su familia echando plaguicida a su comida.

Más información
El veneno prohibido que mató al pastor
El guardia que mató al batería de Los Piratas declara que lo hizo para defender a su compañero

La sentencia, a la que ha tenido acceso este diario, resulta bastante más benévola que las peticiones cercanas a los 40 años de cárcel que formularon al término del juicio, hace un mes, la fiscalía y la acusación particular. La sección segunda de la Audiencia Provincial de Alicante considera que el guardia incurrió en tres delitos de asesinato frustrado —uno de ellos agravado por dirigirse contra un menor— un delito continuado de allanamiento de morada y otro contra la intimidad, aunque le absuelve de acoso.

Tal y como establece el fallo judicial, el brigada implicado entró el 3 de junio de 2016 en la vivienda que la pareja y su hijo ocupaba en la casa cuartel y echó Clorpirifós, un insecticida, en el arroz cocido que habían dejado preparado esa mañana para comer, con la “intención de acabar con la vida” de toda la familia. Aunque él asegura que solo pretendía “llamar la atención” y provocar “una discusión en la pareja”, los magistrados sí aprecian un ánimo homicida. No en vano, usó, según precisa la sala, “un medio con potencialidad letal, independientemente de su concentración en la comida sobre la que lo vertió”.

Una videocámara grabó toda la secuencia. El matrimonio la había instalado previamente en el comedor, pues vivía en un estado continuo de psicosis y ansiedad desde principios de ese año, cuando había comenzado a notar la falta de objetos y que la comida se ponía mala en su ausencia en cuestión de horas.

Según los peritos que intervinieron en el juicio, la cantidad de plaguicida analizada en el arroz no era suficiente para causar la muerte de una persona, aunque eso depende de algunos factores como el tiempo de exposición al veneno y el organismo de las personas que lo ingieran. La sentencia destaca en ese punto que Francisco García conocía perfectamente que el marido de su subordinada, también guardia civil, estaba recibiendo quimioterapia por una enfermedad oncológica y que el niño de la pareja tenía solo tres años.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Además, el 3 de junio no era la única vez que había entrado ilegalmente en casa de los afectados, a los que deberá indemnizar con 20.000 euros. Conocía los turnos de la mujer y de su marido, y aprovechaba sus ausencias para colarse en el domicilio con una copia de las llaves que se guardaba en la casa cuartel “por motivos de seguridad”. En esas incursiones, desde inicios de 2016, también arrojó “sustancias en las comidas”. En dos de esas ocasiones, apuntan los jueces, “el sabor era tan repulsivo que el menor y su padre escupieron lo ingerido inmediatamente”.

La Audiencia basa la condena por los delitos más graves en una prueba clave: un pen drive intervenido al sospechoso tras su detención en el que confesaba por escrito sus planes. Sin concretar la acción, Francisco García aseguraba que había llegado “el momento de la verdad” para comprobar si tenía “el valor” suficiente para “ejecutar” lo que había “planificado muchas veces”, al menos en su “pensamiento”. El agente decía estar en un “constante sinvivir” mientras su compañera parecía “inmensamente feliz”. Para el tribunal, la mención a esas otras ocasiones demuestra que había intentado cometer el crimen con anterioridad contaminando la comida, incluso con “una sustancia que estaba a su alcance: matarratas”.

Además de los tres intentos de asesinato, el tribunal le ha considera culpable de un delito de allanamiento de morada y de otro contra la intimidad de la pareja, ya que se apropió de ropa interior y fotos y objetos de tipo personal de su compañera.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_