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El Auditori estrena un réquiem en honor del cantaor Enrique Morente

Enric Palomar une flamenco y música clásica en su nueva obra

El director de orquesta Josep Caballé Domenech, en una foto de archivo.
El director de orquesta Josep Caballé Domenech, en una foto de archivo.

Con el estreno en el Auditori del Réquiem por el cantaor de los poetas, dedicado al inolvidable Enrique Morente, el compositor catalán Enric Palomar (Badalona, 1964) da un paso de gigante en la definición de un estilo propio que, siguiendo la estela iniciada por Manuel de Falla, crea un singular espacio de encuentro entre el flamenco y la música clásica. La segura y matizada dirección de Josep Caballé Domenech aseguró el éxito de su nueva obra, primer estreno de la temporada de la OBC.

La ambiciosa partitura se divide en cuatro partes que siguen el texto litúrgico —Requiem aeternam, Dies irae, Sanctus y Libera me-In paradisum—, en una secuencia dramática en la que Palomar intercala, salvo en el caso del Sanctus, poemas de Santiago Auserón y el fragmento final de Muerte sin fin, de José Gorostiza. En el tratamiento de ese material poético cobran toda su fuerza expresiva las dos voces solistas, la soprano Maria Hinojosa y el cantaor Pere Martínez.

Caballé conoce a fondo la música de Palomar, director artístico del Taller de Músics, que vive entre Barcelona y Berlín. En los últimos siete años ha dirigido los estrenos de sus más importantes partituras —La cabeza del Bautista, en el Liceo; el Concierto para piano en la temporada de la OBC; el ballet Negro Goya, en el Festival de Granada y el Concierto para orquesta, con la Staatskapelle de Halle, de la que es titular. Y esa profunda identificación y dominio de su estilo facilitó la respuesta de la formación barcelonesa.

OBC

Mariola Membrives, Maria Hinojosa, Pere Martínez. Obras de Granados, Falla y Palomar. Director: Josep Caballé Domenech. Auditori. Barcelona, 5 de noviembre.

No hay concesiones aflamencadas en una exigente escritura vocal de la que Hinojosa salió airosa por aplomo técnico y variedad expresiva. A su lado, Martínez, un cantaor de fina y elegante línea, se mostró como un intérprete de notable musicalidad y afinación, sin excesos temperamentales.

La decepción vino por parte del Orfeó Català y su director titular, Simon Halsey, que ofrecieron una discreta y titubeante actuación, dejando escapar muchos matices de una compleja e impactante escritura coral. Tampoco funcionó bien la amplificación de las voces solistas, aspecto que el Auditori debería mejorar para buscar una proyección, un equilibrio y un balance más satisfactorio con la plantilla sinfónica.

En la primera parte se disfrutó el encanto de Tres Danzas españolas, de Granados, en la estupenda orquestación de Joan Lamote de Grignon, y el genio de Falla, en una notable versión de El amor brujo, con el exquisito sentido musical de la cantaora Mariola Membrives, formada, como Martínez, en esa escuela de versatilidad musical que es el Taller de Musics.

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