‘Trolls’, desinformadores y cosas de internet
El festival The Influencers, dedicado a la cultura popular digital, celebra su 13ª edición en el CCCB
Mientras en la escena política se entrecruzan las acusaciones de manipulación informativa, en el CCCB se inaugura la 13ª edición del festival The Influencers, centrado precisamente en las nuevas formas de propaganda política y desinformación en la era digital, la posverdad y los trolls, no los de Tolkien, sino los provocadores profesionales de Internet. Fiel a su búsqueda de proyectos mediáticos no convencionales, que surgen en la intersección entre arte, tecnología y nuevas culturas populares digitales, The Influencers dedica su sesión estelar del viernes a investigar “la propaganda algorítmica”, a través de ejemplos límite como una granja de trolls rusa consagrada a la desinformación global, es decir a la creación de los denominados fakes, noticias falsas que corren como la pólvora por las redes sociales. Lo explican el periodista del New Yorker Adrian Chen, el activista Daniel Keller, que ha desenmascarado las estrategias de comunicación de la alt-right, la derecha alternativa pro Trump y la investigadora Alice Marwick, que ha destapado la vulnerabilidad de los medios de comunicaciones tradicionales ante las nuevas formas de propaganda digital.
Según los expertos la manipulación de la información es una de las principales lacras de la época de la posverdad y en ella se basan muchos de los mecanismos que rigen las dinámicas políticas, económicas, sociales y naturalmente culturales.
Los efectos de la falta de información sobre muchos de los procesos que articulan nuestra cotidianeidad han sido denunciado también por los miembros del colectivos Unknown Fields Division, encargados de la sesión inaugural. Presente también en la muestra Después del fin del mundo, el colectivo realiza proyectos que revelan las gravísimas repercusiones del desarrollo tecnológico y de nuestra forma de vida. Para hacerlo aun más explícito hace un año expusieron en el museo Victoria & Albert de Londres, unos jarrones radioactivos forjados con los fangos tóxicos que quedan después de los procesos de extracción y refinación de las tierras raras, indispensables para la fabricación de paneles solares, generadores eléctricos, baterías de automóviles, televisores, aparatos electrónicos, bombillas de bajo consumo y sobre todo teléfonos inteligentes. Encerrados en sus aparadores sellados, los jarrones radioactivos plasman la paradoja del deseo y de los desmedidos apetitos de la sociedad occidental. Con el objetivo de ofrecer un testimonio de las problemáticas que afectan los rincones menos conocidos del planeta, sus investigaciones abarcan desde los campos de petróleo de Texaco en la Amazonía ecuatoriana, pasando por los hielos árticos y las minas de zafiros de Madagascar, hasta la zona de exclusión de Chernóbil.
No Chernobil, sino otro escenario de desastre ecológico Fukushima, protagoniza una vídeo instalación inmersiva que se podrá ver en el CCCB hasta el 11 de noviembre. Gracias a unos cascos de tecnología casera, A walk in Fukushima permite pasear por la Zona de Exclusión que rodea el complejo nuclear japonés, abandonado a causa de la radiación, donde el colectivo Don't Follow the Wind ha situado obras de doce artistas.
El festival se clausura el sábado con la 2ª edición del Internet Yami Ichi, un mercado negro de “cosas de Internet”, organizado por uno de los artistas de new media más destacados de la escena nacional Mario Santamaría. Creado siguiendo el modelo concebido hace años por el colectivo japonés Exonemo y exportado a medio mundo, en el mercadillo se venden ideas y objetos de diseñadores, programadores y artistas locales e internacionales.
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