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Una fiebre incurable

El maratón de Barcelona 92 dio el pistoletazo de salida a la creciente pasión de la ciudad por las pruebas atléticas

Bernat Coll
La atleta vietnamita Teo Dang-Thi, durante el maratón femenino.
La atleta vietnamita Teo Dang-Thi, durante el maratón femenino.Carles Ribas

Si a Barcelona la inspeccionara un médico, diría que sufre un trastorno atlético. O una fiebre incurable, presente todos los días del año. La ciudad sufre la fiebre del running, quizás la dolencia más sana de todos los males. Y nadie pretende remediarlo. La cuestión es correr con quien sea y donde sea, sobre el tartán, el asfalto o la arena de la Barceloneta; o en el Maratón, la Cursa de la Dona o la Vertical Runnning de Montjuïc. Barcelona no descansa. Calienta y corre. Y no para.

La ciudad catalana se ha convertido en una de las capitales europeas del atletismo popular y acoge diariamente a miles de deportistas anónimos que ocupan sus ratos libres en recorrer de arriba abajo la ciudad lo más rápido posible. Desde la orilla del mar hasta la privilegiada y concurrida Carretera de les Aigües de Collserola.

Pocos deportes pueden practicarse en el mismo escenario que compiten los grandes campeones de la especialidad. El atletismo, en cambio, no tiene fronteras. Los runners, los corredores, no necesitan permiso para pisar el mismo recorrido que encumbró al coreano Hwang Young-cho y a la rusa Valentina Yegorova, ganadores en Montjuïc del maratón de los Juegos de 1992.

Su llegada al estadio tras superar la ascensión final a la montaña fue uno de los momentos más esperados y épicos de los Juegos. Más de un centenar de atletas combatieron agotados un recorrido habitual de ciclistas. La imagen de los corredores exhaustos y tumbados sobre el tartán tras cruzar la meta pareció un homenaje al mito de Filípides, el héroe de la antigua Grecia de quién se dice cayó muerto al llegar a Esparta para alertar del desembarco persa en la ciudad de Maratón.

Nadie, sin embargo, sufrió tanto aquella tarde como Pyambuu Tuul, el último clasificado de la carrera masculina. El atleta no pudo subir al escenario de Montjuïc porque cuando llegó, casi una hora después del penúltimo clasificado, en el estadio ya desfilaban las banderas de todos los países en plena ceremonia de clausura. Los jueces le desviaron a unas pistas anexas en uno de los finales más tristes y solitarios de la competición olímpica.

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El maratón masculino cerró unos Juegos brillantes. Lo supo el mundo y lo supo Barcelona. También la prensa, que alabó el nivel organizativo y la gran madurez colectiva. “La ciudad ha demostrado que es capaz de organizar con éxito el mayor espectáculo del mundo. De hacerlo con frialdad nórdica, puntualidad germánica, y el apasionado entusiasmo latino”, publicó EL PAIS en su edición del 5 de agosto de 1992. La misma crónica incluye uno de los escasos contratiempos que acompañó a los Juegos: “Solo el servicio de cercanías —insuficiente para absorber la demanda— ha provocado quejas”. Alguien quedó atrapado en el tiempo.

Quizás para evitar el desvarío ferroviario, Barcelona prefiere correr una carrera popular colectiva que ya dura 25 años. La ciudad amplió a partir de 1992 la colección de pruebas atléticas que se reparten por las calles durante el curso: a finales de 2017 se habrán disputado medio centenar de carreras. Lejos quedan los años en que la Cursa del Corte Inglés y la Cursa de la Mercè monopolizaban la oferta deportiva de Barcelona.

Ninguna prueba refleja mejor la fiebre del running que la propia Maratón de Barcelona. La competición, que en su última edición homenajeó el recorrido del 92, pasó de los 2.150 participantes de 1999 a los más de 20.000 de 2017. El espíritu competitivo se reduce a aquellos pocos que pretenden emular a Hwang Young-cho y luchan por la victoria. La mayoría de corredores, en cambio, se reflejan en Puul y únicamente aspiran a terminar la prueba. La carrera ya es una referencia en Europa y la mitad de sus corredores provienen de todo el mundo atraídos por la ciudad y su estigma deportivo, quizás también por su legado olímpico. Barcelona transmite magia. Y una fiebre incurable.

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Sobre la firma

Bernat Coll
Periodista centrado actualmente en la información sanitaria. Trabaja en la delegación de Catalunya, donde inició su carrera en la sección de Deportes. Colabora en las transmisiones deportivas de Catalunya Ràdio y es profesor del Máster de Periodismo Deportivo de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona.

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