Música popular, la reina del Cruïlla
Pet Shop Boys, Parov Stelar y Ryan Adams mandaron en un cartel cerrado por The Prodigy
Que el Cruïlla quiere ser un festival diferente y abierto a los gustos populares es sabido, aunque en ocasiones, las consecuencias de esta vocación sorprenden incluso a sus propios organizadores. En la noche llamada a ser de Pet Shop Boys, Ryan Adams o The Prodigy, el gato se lo llevó al agua Parov Stelar, un disc-jockeyaustríaco que mientras actuaba Residente, la mitad de Calle 13, reventó literalmente de público su escenario, más dado al baile sin complicaciones ni contemplaciones que a otras propuestas. No es que reuniese a mucha más gente que Pet Shop Boys o The Prodigy, pero ver completamente atestada la explanada frente a su escenario, no uno de los principales, dio la nota de la noche. Por su parte, Pet Shop Boys impusieron su elegancia y clase en un concierto trufado de éxitos, mientras que Ryan Adams, si es que se acuerda, se sacó la espina de su único concierto hasta la fecha en Barcelona, una actuación de hace unos 15 años en la que compareció como una cuba. Por su parte The Prodigy se dedicaron a lo que saben: aturdir con ritmos salvajes.
Ryan Adams puso la cuota de rock clásico de praderas en el festival.
Se volvieron a repartir flores en la entrada, aunque ya algo marchitas, pero resultó otro acierto de la organización repartir abanicos de cartón que airearon una noche a la que asistieron 22.000 personas, lo que sumadas a las 25.000 de la víspera pone al festival en casi 50.000 visitas, una cifra considerable. Esas tres mil personas menos del sábado aligeraron la sensación de gentío de la víspera, aunque incluso el viernes los servicios del festival no se vieron desbordados por la multitud. Ésta comenzó a disfrutar de manera manifiesta con Pet Shop Boys, tan elegantes como llamativos con sus tocados, dos bolas, una de ellas cerrada, la de Lowe, y la otra mostrando la cara de Tennant como si la circunferencia hubiese reventado desde dentro para facilitar la visión del rostro de la voz del dúo, esta vez apoyado por un trío de instrumentistas. Presentaron algunas canciones nuevas, efectivas píldoras de pop electrónico bailable, mostraron su lado sanferminero con Love is a Burgueois Construct, hicieron una deliciosa versión calmada de Home and Dry y cerraron con una traca de éxitos en medio de otro despliegue de luz y cromatismo propio de la casa. No deslumbraron pero el público no cesó de sonreír.
Poco antes, Ryan Adams había puesto la cuota de rock clásico de praderas en el festival. Tras la anodina actuación de Little Steven con su banda de versiones, Ryan Adams ofreció una actuación que fue todo turgencia, rock terso servido por una banda básica que sonó con una contundencia encomiable. Diez y siete temas para seguir creyendo en el rock de toda la vida, con estribillos luminosos, guitarras como katanas y una voz que daba la sensación de que iba a romperse en la siguiente estrofa, pura tirantez. Fue un señor concierto, en energía y tensión comparable al realizado a primera hora de la tarde por El Niño de Elche y Toundra, una mezcla entre flamenco heterodoxo y rock asilvestrado pautada por la distorsión. Txarango, The Prodigy y Residente, presentando un disco internacionalista con apoyos en el repertorio de Calle 13 como Atrevete te te o Cumbia de los aburridos , escoltaron a Parov Stelar con su triunfal actuación, una especie de charanga centroeuropea con acentos balcánicos servida por disc-jockey y banda. Su música, que ha llegado en buena medida servida por la publicidad a la que pone sonido, demostró que el corazón del festival es verdaderamente popular. Variación con sustrato popular, este es el espíritu del que puede ser uno de los grandes festivales generalistas del país y primero de Barcelona.
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