Los urbanos se contradicen en la reconstrucción del crimen del pantano de Foix
Los Mossos d'Esquadra utilizaron un maniquí en el lugar de la víctima
A las diez y media de la mañana de este martes, Rosa y Albert volvieron a la casa de la calle de Llorers, en Vilanova i la Geltrú. La última vez que estuvieron allí fue hace dos meses y medio, cuando supuestamente mataron a Pedro. Desde entonces no habían vuelto a pisar ese chalé, con un patio generoso. Esta vez llegaron esposados, rodeados de Mossos, con sus abogados y escoltados por la comitiva judicial.
La juez ordenó la reconstrucción del asesinato del guardia urbano Pedro Rodríguez a manos supuestamente de quien era su pareja, Rosa Peral, y de Albert López, ambos miembros también de la policía local de Barcelona. Los dos agentes mantuvieron durante la reconstrucción las mismas versiones contradictorias que han dado hasta el momento sobre el crimen, según fuentes judiciales. Rosa culpa a Albert de matar a Pedro por celos, y luego amenazarla para que le encubriese. Albert asegura que cuando llegó a la casa, Rosa había matado a Pedro y solo la ayudó deshacerse del cadáver.
El registro en la vivienda duró varias horas y en él se usó, de forma sorprendente para la mayoría de los presentes, un maniquí en el lugar de la víctima. Los agentes intentaron reconstruir con la ayuda de los dos detenidos el crimen, aunque no aportaron muchos detalles nuevos, según fuentes judiciales. Luego la comitiva —formada por los vehículos policiales, logotipados, en los que viajaban los acusados, el de los investigadores de los Mossos y los de los miembros del juzgado— pusieron rumbo al lugar donde quemaron el coche de Pedro, con su cadáver en el interior.
Recorrieron la BV-2115, una carretera que resigue el pantano de Foix y cruza la zona boscosa. A la altura del kilómetro 10, está la pista forestal en la que dejaron y calcinaron el vehículo, tan solo a unos metros de la vía asfaltada. Allí la comitiva judicial estuvo menos de una hora.
En el improvisado crematorio que organizaron Rosa y Albert, todavía son visibles cenizas del vehículo calcinado y algunos restos de cobre. Allegados de Pedro han ido dejando flores, una gorra, una camiseta e incluso fotografías del agente cuando era joven. Muchas de esas ofrendas lucían ayer secas por el paso de los días, como un ramo, donde ya solo mantenía el color un lazo blanco donde se podía leer: “En recuerdo a un compañero”.
Ni en una primera inspección hace meses, ni tampoco ayer los investigadores encontraron el arma del crimen, según fuentes judiciales. Rosa declaró durante la instrucción que Albert había utilizado un hacha para matar a Pedro, pero hasta ahora no ha habido rastro de la misma, lo que complica saber de qué forma los dos urbanos mataron a su compañero. La policía sitúa el crimen en la vivienda de Rosa, en la calle de Llorers, donde todavía lucen las palmas colgadas en el balcón principal de sus dos hijas. Tres días después, con el cadáver de Pedro ya en el maletero de su propio vehículo, condujeron hasta el pantano de Foix. El fuego destruyó casi todo. Los forenses tuvieron muchas dificultades para identificar al guardia urbano muerto. Suerte de unas prótesis que llevaba en la espalda y que no fueron completamente devoradas por las llamas.
Pasadas las dos y media de la tarde, Rosa y Albert, todavía esposados, se subieron de nuevo a los coches de los Mossos. Cada uno regresó, por separado, a las prisiones en las que permanecen desde el pasado 16 de mayo. La titular del juzgado de instrucción 8 de Vilanova está acabando con las últimas diligencias y está previsto que en breve levante el secreto de sumario, y se arroje así un poco de luz en un caso repleto de incógnitas.
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