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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Germà Gregorio

Gordó ha asegurado que jamás conspiró contra el expresident Mas. Y debe ser cierto, pues es un ferviente católico

Francesc Valls
Gordó con el expresident Artur Mas, en diciembre de 2014.
Gordó con el expresident Artur Mas, en diciembre de 2014.Albert Garcia

La tradición barcelonesa de la noche de Reyes sitúa al paje Gregorio en el papel de conseguidor. Él se encarga de contar a Sus Majestades de Oriente quién se porta bien y quién mal. Los Reyes obran, pues, según el dictamen de Gregorio a la hora de repartir carbón o regalos. Quizás ése sea el motivo por el que Gregorio es también el nombre en clave que algunos empresarios utilizaban para referirse a Germà Gordó, exgerente de Convergència (2005-2010), exsecretario del Gobierno de Artur Mas (2010-2012), exconsejero de Justicia (2012-2016) y hombre que, según la Fiscalía Anticorrupción, desempeñaba el papel de recaudador o conseguidor en el caso 3%. Desde el viernes, la justicia le investiga por diversos delitos de corrupción en ese entramado.

Sea Gregorio o Germà, todo el mundo sabe de su dedicación al partido. Incluso Lluís Prenafeta, ex mano derecha de Jordi Pujol e investigado en el caso Pretoria, invocó su nombre en una llamada telefónica en 2009 al entonces jefe de oposición Artur Mas. Prenafeta pedía que la plana mayor del partido asistiera a un almuerzo con un empresario “controvertido”, el número dos de CIRSA, Isaac Lahuerta. El ex secretario de Presidencia hablaba de invitar —hasta que Mas le sacó de su error— a “Francesc Gordó”, un mix entre Germà Gordó y Francesc Gordo, dirigente histórico de CDC, que llegó al pujolismo por la vía bancaria y que estuvo relacionado con el caso Casinos de financiación de CDC. La acumulación de datos, nombres y la suma de tanta experiencia a buen seguro provocaron la confusión de Prenafeta entre dos expertos en fontanería y financiación del partido.

La diferencia fundamental es que Gordo murió en 1998, mientras que Gordó está muy activo. Ha habido diversos almuerzos en Madrid en los que Germà Gordó se postulaba —aseguran algunos de los comensales— como recambio de un Artur Mas que entonces aún no había sido jubilado por la CUP. El propio Daniel de Alfonso, cuando era jefe de la Oficina Antifraude de Cataluña, le propuso a Jorge Fernández Díaz, entonces ministro de Interior, el nombre de Gordó como recambio del patriota Mas. El exgerente de CDC era considerado por De Alfonso como “uno de los nuestros”, es decir, un hombre dispuesto a dar carpetazo a la aventura soberanista. El aprecio era mutuo por lo menos antes de que estallara todo el lío de la caza de independentistas —en junio de 2016— que proyectó el inquisidor Fernández Díaz. De otra manera no se entendería que, a propuesta de Gordó, De Alfonso hubiera sido condecorado por la Generalitat con motivo del Dia de les Esquadres, el 11 de abril de 2016.

Gordó ha asegurado que jamás conspiró contra el expresident. Y debe ser cierto, pues es un ferviente católico. También debería ser verdad que no hizo negocios sucios. Hace un par de semanas compareció ante el Parlament para dar explicaciones del caso 3% y se confesó limpio de polvo y paja: “Me han invitado al palco del Bernabéu y a cazar y nunca he ido; siempre he actuado de acuerdo con el ordenamiento jurídico”. Lo cierto es que, como tantos humanos, Gordó ha sido tentado por el lado oscuro de la fuerza. Hay dos testigos protegidos del caso 3% que apuntan al ex gerente de CDC como el centralizador de presuntas comisiones ilegales. “Tú no obedeces. Ahora a quien no obedeces es president, a ver qué va a pasar”, asegura un empresario que le dijo Gordó.

En 2013, ERC salvó a Gordó de ser reprobado por el Parlament por el caso de Xavier Martorell, su director general de Servicios Penitenciarios, que realizó presuntos encargos de espionaje de compañeros de partido nada menos que a la mítica Método 3. La reputación de la agencia de detectives era conocida, pues grabó la animada conversación en el restaurante La Camarga entre Alicia Sánchez Camacho y Victoria Álvarez, ex novia de Jordi Pujol Ferrusola. Pese a todo, Gordó mantuvo durante tres meses y medio en su cargo a Martorell, que finalmente dimitió. Dentro del propio partido había quien aseguraba que el cesado había tratado de montar algo así como el quinto directorio del KGB, que se encargaba de la disidencia política.

Al entonces consejero de Justicia tampoco le tembló el pulso cuando decidió conceder el régimen abierto a los expresidentes de Ferrocarriles de la Generalitat Enric Roig y Manuel Herce. Estaban condenados a cuatro años de prisión y cumplieron 48 días. Malversaron 2,7 millones en un fondo de pensiones y sin haber restituido el dinero público robado recibieron esa inyección de autoestima de la Generalitat. Gordó los consideró “delincuentes primarios”, con muchas ganas de reinsertarse socialmente. Un ejemplo de fe en el sistema.

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