Ciudades erizadas con verjas de forja y cristales
‘Prohibido el paso’, una exposición fotográfica sobre las limitaciones
Basta una mirada a las cornisas de los edificios y muros de muchas ciudades europeas y también sudamericanas para ver verjas, hierros que rematan edificios y cristales incrustados en el cemento o directamente en los ladrillos. Algunos con más sentido artístico, sobre todo en el caso de los cristales, otros de forma vulgar y de cualquier manera. Cristales y rejas tienen una misma función: limitar la entrada y los movimientos. Y ese es el leitmotiv de la exposición Prohibido el paso de José Antonio Millán. Editor y escritor, y a la vez artista en el sentido más amplio, un buen día de tanto mirar al cielo decidió hacer fotografías de esos elementos que abundan en las ciudades. Eso fue hace un par de décadas: “en todos los viajes que hago y en los paseos por Barcelona siempre voy con una pequeña cámara fotográfica y registro las verjas de forja que me llaman la atención y los muros rematados con cristales”. Diagnostica que Barcelona es una ciudad erizada en sus edificios. “No deja de ser curioso que nos parezca una barbaridad según que verjas, como la de Ceuta, cuando en nuestra vida habitual esos elementos se han utilizado y se utilizan con toda normalidad”.
Con pinchos, de medio círculo —muy habituales en los terrados de las fincas del Eixample y del Raval y Gótic— afiladas apuntando el cielo, verdaderas obras de artesanos de la forja en los edificios modernistas, púas, aguijones, .... Los ejemplos son innumerables. “Está claro que los maestros de obras de finales del siglo XIX y las primeras décadas del pasado las utilizaban como un elemento más, a menudo las intercalaban con los pescantes en las cornisas, y por eso hay tanta variedad, especialmente en los barrios en los que había muchas herrerías”, añade. De ahí que en las edificaciones de Gràcia, Sants y Sarrià sean muy habituales. Teoriza Millán que hasta se puede hacer una aproximación de qué se pretendía comunicar con las verjas, además de su función de prohibir el paso: “Desde cierta locura, el gusto por la artesanía, o el ánimo de aparentar el poderío burgués de algunas de las forjas”. Las hay pequeñas que dividen los balcones entre vecino y vecino y no pocas se han reconvertido en elementos de utilidad, como tendederos improvisados.
La exposición, que reúne 40 fotografías en la sala Las Cosas de Martínez hasta el 5 de junio, muestra también hasta que punto el remate de un muro con trozos de cristales, un elemento más rural que urbano, se puede convertir en una obra de arte: vidrios con gama cromática o dibujando formas estudiadas. Otros, sin miramientos, de cristales acabados en punta aguda para desafiar al que se le ocurra encaramarse.
Un mar de penes
Hay un tercer apartado en la exposición Prohibido el paso que no tiene nada que ver ni con verjas ni con cristales aunque también aparecen en cientos de paredes urbanas. "Bienvenidos (o no): sólo miembros" son decenas de fotografías que forman una única composición sobre graffitis y pintadas con un único objetivo: los penes.
“Se repiten en paredes de todas las ciudades del mundo. Las que hay aquí son solo una pequeña selección de fotografías que realicé en Toledo, Tarazona, Barcelona, Marsella, Amsterdam o París”, explica José Antonio Millán, que hará una reproducción de las imágenes fálicas a quien se las pida. Pagando, claro.
Son muchísimas: las típicas que aparecen en cientos de persianas metálicas, penes a los que les han salido alas y emprenden un vuelo, otros invertidos que se han convertido en los ojos y nariz de un prelado. También los hay transmutados en cohetes, petardos, en sinuosas formas, con cara triste, alegre.....
“En Barcelona también se ven en barrios de autoconstrucción, como el Carmel, y rematando algunas medianeras. Pero es más habitual en las ciudades pequeñas o en pueblos. Las he fotografiado también en la Bretaña francesa, en Valencia, en Córdoba, en Madrid o en Colombia”, añade Millán. Los remates con cristales de muros de localidades colombianas parecen inexpugnables: a una primera línea formada por trozos de botellas rotas se superpone otra de grandes láminas de cristal y todo ello coronado por alambre de espino: “en esos casos el mensaje está más que claro”.
Millán se define como un fotógrafo aficionado que, como tantos otros, no se atrevía con la analógica y se enfrascó con las posibilidades del mundo digital: “Empecé a hacer series, siempre con la idea de los límites, que me atraen. La primera fue de los muros de piedra que se pueden ver en las fincas del Empordà”. Autor de libros infantiles, de novelas y de trabajos sobre la lengua e internet, desde 2002 ha realizado recopilaciones iconográficas y ensayos visuales que ha publicado en su sitio web: “lo hacía por puro hobby y no pensaba en una exposición física pero aquí estoy”.
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