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MUSICALES

Un musical muy ‘punki’

El grupo Mamá Ladilla pone banda sonora a un musical que saca a la luz muchos temas incómodos

Momento de '¡Arrea! El musical', basado en los temas de Mamá Ladilla.
Momento de '¡Arrea! El musical', basado en los temas de Mamá Ladilla. PABLO D. SOLAS

Madrid lleva años inundado de musicales, algunos de los cuales transmiten bondadosas utopías universales para todos los públicos. Aparte de las adaptaciones de clásicos de Disney, también han tenido mucho éxito musicales basados en músicos patrios como Mecano, Joaquín Sabina u Hombres G, que adaptan sus canciones. Le toca el turno a Mamá Ladilla y el grupo de punk se lleva el género musical a su terreno.

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Para empezar, sus canciones las interpreta el propio grupo, que son tres: guitarra y voz, bajo y batería. La escenografía es más bien parca y el mensaje, de todo menos esperanzador. Eso sí, el resultado es divertidísimo: ¡Arrea! El musical (Tarambana Producciones, compañía Teatraco), cuela el punk en los Teatros Luchana todos los domingos de mayo.

“El guionista me presentó el guión y casaba perfectamente con el espíritu de Mamá Ladilla, así que dijimos: ¿Por qué no llevar nuestras canciones a otro ámbito?”, cuenta el líder de la banda, Juan Abarca. A sus 47 años, y con más de dos décadas al frente de este grupo —al que el adjetivo irreverente se le queda corto— es consciente de que esta experiencia les abre el abanico de oyentes: “Ir a un concierto de un grupo de nombre repugnante como el nuestro puede dar más reparo, pero si es un teatro, parece que está refrendado, que va a ser algo más digno”, opina. Lo comprobó en sus propias carnes en el preestreno en el Teatro San Pol: dos días de lleno absoluto.

Y eso que la obra es, si cabe, más trasgresora que cualquiera de sus conciertos. Tocan sus canciones de siempre para acompañar la historia de una joven talentosa que entra a trabajar en una multinacional que la reduce a un mero objeto sexual. Con esta premisa, arremete contra la explotación laboral, el sexismo, la deshumanización del capitalismo y hasta la corrupción política. Todo, claro, con el humor gamberro, desprejuiciado y contestatario que caracteriza a la banda madrileña.

“Vivimos una época preocupante”, lamenta Abarca, “en la que un artista puede acabar en la cárcel por lo que diga en sus letras o en sus redes sociales. Por eso, esta obra es también una reivindicación del humor como desahogo y denuncia”. Y advierte: “Pero hay otro frente aún más peligroso: el de la gente invadida por lo políticamente correcto. Hoy, apenas se puede abrir la boca para hacer un chiste sin tener que disculparte antes, dejar bien claro que estás en desacuerdo y no es más que eso: un chiste. ¿Quién va a estar de acuerdo con la violencia a menos que sea un psicópata? Pues yo ahora tengo que dejarlo claro antes de componer una canción sobre el tema. Sinceramente, todo esto consigue que ahora tenga una ganas irrefrenables de hacer canciones sobre gatitos en trituradoras”.

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Tal vez escuchemos algo de eso en breve, porque Mamá Ladilla tiene un disco de estudio medio cocinado y otro en directo a punto de lanzarse. Pero que nadie se lleve a engaño: este no es el eterno retorno de un grupo que vivió tiempos mejores. Mamá Ladilla nunca han dejado la carretera. “Raro es el mes, en estos 20 años, que no hayamos dado algún concierto”, cuenta Abarca, aunque reconoce: “Antes de la crisis vivíamos solo del grupo, y bastante bien. Ahora tenemos que compaginarlo con nuestro trabajo”. Los tres son profesores de música. ¿Iniciarán una nueva carrera en el género teatral? “No, no”, aclara Abarca, “esto es una actividad paralela. Una experiencia extraña y maravillosa”.

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