El jardín ideal, según Rusiñol
El Museo del Modernismo de Barcelona expone 41 obras del pintor, algunas sin exhibirse desde hace más de un siglo
Si hubiera que hacer un ranking de los artistas más polifacéticos, entre los más destacados estaría, sin duda, Santiago Rusiñol (Barcelona,1861- Aranjuez, 1931), creador de más de un centenar de títulos teatrales, entre monólogos, dramas y melodramas, teatro lírico y sainetes, pero, sobre todo, pintor, ya que firmó cerca de un millar de obras, muchos retratos pero de forma mayoritaria exteriores y jardines, un género al que volvió, una y otra vez, en busca de un espacio de belleza ideal y que llevó al límite como pocos otros artistas. De todas estas obras destacan las que recogió en dos álbumes de 1903 y 1914 Jardines de España, un conjunto de 55 obras creadas en ciudades como Granada, donde pinta los jardines de la Alhambra y el Generalife, Madrid, Tarragona, Córdoba, Girona, Sitges, Barcelona y Aranjuez, donde estaban sus jardines favoritos, entre otros lugares. En los álbumes, Rusiñol explicaba también sus teorías estéticas sobre el jardín y recogía poemas escritos para la ocasión de Juan Ramón Jiménez, Joan Maragall o Joan Alcover. Un libro de artista, que pese a su importancia, pasó desapercibido, entre otras cosas por su alto coste: 40 pesetas. Muy elevado para la época. Los paisajes de Rusiñol influyeron en artistas como Picasso que pintó escenas que recuerdan, y mucho, las del barcelonés.
El Museo del Modernismo de Barcelona ha reunido 41 de estos jardines, 13 de los cuales fueron incluidos en los álbumes, en una exposición comisariada por Mercedes Palau-Ribes que podrá verse hasta el 9 de julio. Muchas de estas obras están en manos de particulares, presidiendo el salón comedor de sus casas desde hace décadas como La Font roja. Aïgues somortes y Brollador del Faune. Otras, pertenecen a las 14 entidades bancarias, administraciones como la Generalitat y museos que los han prestado para la ocasión. De muchas de las obras solo se tenía constancia por las imágenes reproducidas en los álbumes pero no se había visto nunca. “Además de visualizar estas casi inéditas obras, nos gustaría que aparecieran otras no localizadas, entre ellas las 22 de la serie en paradero desconocido”, remacha la comisaria.
“Rusiñol buscaba siempre la belleza del jardín, no se limitaba a copiarlo, intentaba captar su alma, e idealizarlo”, explicó Palau-Ribes. Sus paisajes románticos, poéticos y misteriosos, no están habitados, pero “el hombre está, porque siempre pinta naturaleza alterada, le interesa la huella que deja el hombre y el paso del tiempo”, explica la experta que ha codirigido la elaboración del catálogo razonado del artista. “En mis paisajes se puede hablar de todos los temas relacionados con la vida y la muerte. Ponte delante de mis cuadros y deja que te hablen”, decía el artista. Como en Flors Blaves, en las que aparece un camino que empieza con flores blancas que continúa con setos y árboles, alguno seco y que termina en una especie de puerta difuminada.
El recorrido por estas impresionantes y coloristas obras, reunidas para conmemorar los siete años de apertura del museo, se completa con material original, como cuatro ejemplares de los álbumes, publicaciones literarias, la cámara fotográfica que utilizaba Rusiñol en sus viajes, correspondencia con amigos como Joan Alcover y Manuel de Falla y la partitura original de la suite Noche en los Jardines de España, una pieza influida, sin duda, por las obras de Rusiñol. También recortes de prensa y revistas y una invitación de la Sala Parés del 30 de octubre de 1900 para asistir a la inauguración de la muestra Jardines de España con las 32 obras que un año antes se había visto en París, en la galería Art Nouveau en su única exposición individual que hizo en la capital francesa, que tuvo una gran acogida de prensa y público.
El 13 de junio de 1931, estando Rusiñol, que por entonces contaba con 70 años en Aranjuez, junto a los jardines que tanto había dibujado (una de los templetes que pintó siete veces lleva su nombre) dijo: “Traedme el cuadro y la paleta”, y a los poco minutos falleció. La obra, un jardín de esta ciudad, como no podía ser de otra forma, formado por cuatro columnas sobre un fondo verde quedó sin terminar. Es Obra inacabada póstuma, pese a que en el Museo Nacional de Arte de Cataluña, el museo donde la depositaron los descendientes del artista en 2007 aparece catalogada como Paisaje. Aranjuez (obra inacabada) puede verse en la exposición, como epílogo. El MNAC la ha cedido junto a El embarcadero, también pintado en Aranjuez en 1911.
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