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Tribuna
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Dos modelos de país

Hay un debate dentro del espectro amplio de la izquierda soberanista acerca de si se puede seguir afirmando a día de hoy que Convergència mantiene la hegemonía en Cataluña

El expresidente de la Generalitat, y presidente del PDeCat, Artur Mas (c) saluda a la coordinadora general, Marta Pascal (i).
El expresidente de la Generalitat, y presidente del PDeCat, Artur Mas (c) saluda a la coordinadora general, Marta Pascal (i). MARTA PÉREZ (EFE)

Días atrás, Xavier Domènech causaba cierto revuelo al reconocer como uno de los principales objetivos del nuevo espacio de los comunes la construcción de una alternativa a la “hegemonía convergente”. Primero se ofendió Marta Pascal, la nueva cara de la “regeneración” del PDeCAT, quien vio en esta categorización meramente “un lenguaje que nunca cambia”. Pero poco después también se abrió un debate interesante dentro del espectro amplio y diverso de la izquierda soberanista acerca de si se puede seguir afirmando a día de hoy que Convergència mantiene la hegemonía en Cataluña.

La pregunta es del todo pertinente más aun después del último barómetro del GESOP que relega el PDeCAT a la quinta posición a pesar de sus incontables blanqueos y cambios de nombre. Algunos analistas se preguntan legítimamente si no valdría más la pena hablar de un “binomio inseparable” con el PSC más que de una hegemonía única, ya que este partido ha gobernado con frecuencia los grandes municipios y diputaciones de Cataluña.

Pero lo primero que hay que entender sobre la hegemonía, al menos en su sentido gramsciano, es que no tiene que ver necesariamente con lo electoral: un partido puede perder unas elecciones y seguir manteniendo la hegemonía (y viceversa). Esto es lo que explica, por ejemplo, que aunque todo el mundo sabe que ERC podría haber ganado en votos ya el 27-S, el presidente de la Generalitat hoy sigue siendo convergente, o que a pesar de existir una mayoría progresista tanto en el Parlament como en la sociedad, los Presupuestos que se acaban de aprobar parecen redactados por el mismísimo Artur Mas, manteniendo 2.300 millones de recortes respecto a 2010, y evitando tocar el IRPF, el impuesto de Sucesiones y sobre el Patrimonio a los que más tienen.

La hegemonía no es simple supremacía, sino la capacidad de liderar culturalmente una nación, limitando el campo de juego político mediante la exclusión de un enemigo constitutivo (el Estado español o las élites, por poner solo dos ejemplos), así como la construcción de una identidad nueva a partir de alianzas que subordinan, neutralizan o integran parcialmente sectores sociales y actores políticos que a primera vista no tendrían nada en común . ¿Les suena? Al gobernar los tiempos y la agenda del “procés”, Convergència ha conseguido hacer coincidir sus propios intereses con el interés general, y su visión del país como la universal, reduciendo el concepto de soberanía a una sola de sus expresiones (la nacional, in abstracto) y obligando a sus adversarios a elegir entre la espada y la pared: o bien la marginalidad o bien la subordinación (la CUP votando a favor de la investidura de Puigdemont y sus Presupuestos o Junqueras vanagloriándose de ser el true liberal de Cataluña).

Quizás por todo esto pone tan nervioso que Xavier Domènech hable de construir una alternativa a la hegemonía convergente. Porque no se trata solo de ganar elecciones, sino de plantear un modelo de país diferente: sin corrupción, que haga pagar más a quien más tiene, que proteja a la gente sencilla, feminista y ambientalmente sostenible. En definitiva, un país que reclame soberanía sobre todos los aspectos de la vida.

Adrià Porta es politólogo y asesor de En Comú Podem

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