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Los tiempos ya han cambiado

El festival Cara B entroniza al nuevo hip-hop como lengua franca de los jóvenes

Una de las actuaciones en la Fabra i Coats dentro del festival Cara B.
Una de las actuaciones en la Fabra i Coats dentro del festival Cara B.Sarai Sánchez

Los tiempos no están cambiando, como afirmaba Dylan, los tiempos ya han cambiado, y el futuro es ya presente a espaldas de los mayores, esos que superan los veinte y largos. Ejemplo: centenares de jóvenes coreaban las rimas de un artista que no está ni en spotify, que no tiene discos y cuya música no llega pues hay que buscarla buceando en youtube. Otra idea: el hip-hop ya gusta a quienes no llevan gorras, y es la lengua franca, llámesele rhythm anb blues, trap o reguetón, de los jóvenes de hoy. Llenaron la nave de Fabra i Coats donde el festival Cara B mostró su instinto para dar cabida a artistas que cuadrarían tanto en el Sónar como en el Primavera Sound. Un nuevo paisaje alfombrado por rima y ritmo, pero ya no pedregoso, rimas con pop y soul, rimas negras de terciopelo, barro, no piedra.

Las estrellas eran Agozarein, que vendrían a representar con un sonido satinado de rhythm and blues, lo que sería Alejandro Sanz de haber nacido treinta años más tarde: romanticismo de perfiles acolchados con vocación de llegar al gran mercado. Cambia el sonido, no la esencia. Ni su resultado: la nave reventada por el público que agotó las entradas. También destacaba Badgyal, una estrella local en ciernes, no tanto por sus habilidades musicales, sino porque sabe construir el personaje de la mujer deseada que controla sus días y decide ante los hombres en lugar de ser su premio. ¿Qué toda su voz esté tan filtrada y llena de efectos que “cualquiera” podría cantar?, pues sí, ¿y? Otra cosa que ha cambiado, cuenta el producto final, no tanto cómo se consigue. ¿Qué tocan en directo Pet Shop Boys?, ¿Madonna lo canta todo en directo? Los tiempos han cambiado. También para Oliver, de 7 Notas 7 Colores, que pese a cerrar la noche con un concierto estupendo, “Buah!” sonó poderosa y el “Raperitis” que hizo con Juan Solo fue de premio, no dejó de sonar a hip-hop vieja escuela, no sólo por el sonido sino también por la manera de construir el “yo”, de manera altiva.

Frente a todo ello brilló Bejo, un canario con un vacilón apabullante, unas rimas divertidas, humorísticas e ingeniosas que no mean suficiencia; capacidad de observación, “en esta ciudad hay gaviotas de cinco metros”; sonido negro y lento que coquetea con el rhythm and blues y el jazz; dicción cadenciosa y pausada caracterizada por la pronunciación sonorizada y adherente de la “ch” propia de Canarias - , su hogar, –el tema “Mucho” juega con ello- y un ritmo perezoso que se expande lento, como el humo. Súmesele un carisma oceánico, que le llevó a tirar desde el escenario caramelos, cebollas y mangos y a no necesitar pedir que la gente levantase los brazos: lo provocó haciendo bien su trabajo. Cruce de artista latinoamericano, tiene traza casi salsera, la suya fue una actuación extraordinaria que valió por toda la noche. Acabó su pase con una juerga latina, otra muestra de su denominación de origen. Brillante.

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