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Fotogenia y viralidad

El cantautor de Nashville provoca suspiros por joven y guapo, pero no tiene por qué ser un ídolo efímero

Jacob Whitesides en su concierto en Madrid.
Jacob Whitesides en su concierto en Madrid.Marina N.

Entre las ventajas de tener menos de 20 años, que son todas, podemos añadir desde anoche una más: soñar con que Jacob Whitesides repare desde el centro del escenario en tu presencia, te guiñe el ojo y, quién sabe, deslice en un papelito el número de su habitación. Conste que el deslumbrante mundo virtual aún tiene sus limitaciones a pie de calle: el bello jovenzano de Nashville contabiliza por millones sus seguidores en redes sociales, pero este lunes apenas habría 250 personas, con avasalladora mayoría femenina, para celebrar su estreno en suelo mesetario. Salieron notablemente satisfechas del Teatro Barceló, diríamos. El chaval canta bien, asume un papel deliberadamente confesional en las baladas, se arrima a las primeras filas para corresponder a la veneración que genera. Otra cosa es que las canciones merezcan hueco en nuestra memoria. Por ahora, solo en casos de sobreproducción neuronal. Pero ya se irá viendo.

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Whitesides es todo lo guapo y estiloso que se puede ser con 19 años y tres meses: espigado, con el pelillo revuelto como si acabara de salir de la ducha, botas altas y una americana azul grisácea que, de puro vintage, le habrá costado un dineral. Todo le sienta lo bastante bien como para que los “I love you” se repitan, hasta la afonía, entre canción y canción. La fotogenia y la viralidad son por ahora los argumentos principales. No parecen demasiado sólidos, pero tampoco dramaticemos: muchos no cuentan ni tan siquiera con esos dos.

En realidad, YouTube está entronizando a la que en otros tiempos difícilmente habría sido estrella de la radio. Los vídeos y el halo, desde luego: los casi cuatro millones que siguen a Jacob en las redes pueden verle acariciando bebés, mascotas o, aún mejor, con la mirada perdida en el infinito mientras sueña con un mundo ideal. Pero hay margen para la sorpresa, más allá de lo que le dicte el instinto, la tripa o su community manager. Somebody else, por ejemplo, es soul blanco (blanquísimo) muy bien armado y con un punto contagioso. Y la canónica balada You told me so tampoco desentonaría, no nos escandalicemos, en el repertorio de un James Bay.

No sabemos hasta qué punto un chaval que concursa en X-Factor y pasea su éxito precoz por medio mundo conoce las honduras de la tristeza, pero The letter, que interpreta en banqueta de cantautor y con el único acompañamiento de su guitarrista, sirvió para que las linternas se merendaran las baterías de los móviles. Luego llegaría Hold on honey, escrita “desde un lugar muy, muy oscuro”, y el espíritu de Ed Sheeran sobrevolaba en cada crescendo emocional. Ríanse, pero, más allá de su letra bisoña, era impecable.

A Whitesides le falta repertorio, claro: mala cosa que un concierto de 70 minutillos se haga pesado. Pero le sobran muchos, muchos años para irlo cimentando. La feligresía le toma la mano izquierda junto a la rodilla mientras él interpreta Rules of beautiful sentado al borde mismo del escenario, con un aire ligeramente papal. La cosa torna más divertida cuando llega She’s got a thing,última página antes del bis y una concesión al despendole que haría sonreír al añorado George Michael. En fin, denle tiempo; la juventud se cura, pero el talento puede agrandarse.

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