Un lunes sabroso

Sin tapujos. Así cocina el chef Guillermo Galiana. Bromea con un grupo de comensales mientras prepara un arroz con verduras en un sótano de Malasaña. Cocina literalmente en la cara en la cara de los invitados a los que atiende. Muestra el producto, les cuenta por qué se le ha ocurrido esa receta y les pregunta su opinión. Está en un Tasty Monday Showcooking (lunes sabroso), la iniciativa del cocinero y La Bicicleta Café (Plaza de San Ildefonso, 9; algunos lunes a las 21.00, previa reserva; www.labicicletacafe.com) en la que doce desconocidos va a compartir mesa para disfrutar de un menú secreto para ellos. “Todo ello maridado (29 euros) para animar la charla”, dice el anfitrión.

“Venis juntos, ¿no?”, pregunta Galiana a una pareja que baja por las escaleras. “Sí”, contestan al unísono y algo sorprendidos. “Pues sentaros, pero separados, por favor, que aquí venimos a mezclarnos”, suelta el chef, “medio navarro, medio mallorquín y con muchas influencias de muchos sitios”. “Llevo más de una década siendo cocinero y he trabajado en Londres, India o en el Real Club Naútico”, relata su currículo Galiana y anima a cada invitado a presentarse ante la mesa. Él introduce el plan: cinco platos, un postre y, con cada uno de ellos, un vino o un cava, seleccionados por la sumiller Silvia Rocher.

Galiana señala un bote de langostillos de la marca Ubago, que descansa sobre la mesa. “He decidido hacer un ceviche de conservas. Iba a hacerlo fresco, pero me dio un poco de pereza”, dice socarrón. Acompaña un ribeiro, ecológico y tradicional (Eidos Ermos); “lleva haciéndose 200 años en el mismo lugar”, apunta la sumiller.

“A esto lo llamo meado de Hulk”, dice serio Galiana exprimiendo con un trapo unas espinacas con aceite. Destila un líquido de un verde intenso que acompañar una mozzarela. “En la Cocina puedes decir lo que te apetezca”, continúa animando a hablar a sus invitados. Porque a un Tasty Monday además de acudir a disfrutar de la comida, se va a dejarse llevar. Galiana además de chef ejerce como monologuista accidental con un discurso que engancha. Del blanco se pasa al cava. Después un tinto: “¿Quieres otra copita?”, ofrece el camarero.

A mitad de cena, los desconocidos parecen un grupo de amigos. Unos fotografían los platos; otros están junto al chef atendiendo a la elaboración del postre. “Nos apetecía hacer algo gastronómico, pero original”, explica el cocinero. “Quique [de La Bicicleta Café] es muy creativo y yo, muy atrevido. Además me defiendo en la cocina…”, bromea de nuevo. El showcooking que han ideado funciona: los doce comensales salen encantados. “Me ha parecido muy fresco y divertido. La comida está muy rica y sobre todo es una experiencia diferente”, sentencia uno de ellos.