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Miró refuerza Es Baluard

El museo mallorquín presenta el nuevo montaje de la colección con un depósito de 14 piezas, algunas inéditas, de la familia del pintor

La obra del brasileño afincado en Chicago Eduardo Kac que luce en el tejado de Es Baluard.
La obra del brasileño afincado en Chicago Eduardo Kac que luce en el tejado de Es Baluard.

“Concebimos el museo como un ser orgánico, permeable a las mutaciones del entorno y utilizamos las presencias para hablar también de las ausencias”. Lo afirma Nekane Aramburu, directora de Es Baluard, el museo de arte moderno y contemporáneo de Palma, ante el nuevo montaje de la colección permanente del museo, que se enriquece con valiosas incorporaciones. La más espectacular es el conjunto de 14 pinturas de Joan Miró, algunas inéditas, depositadas por la familia del artista, junto con un tàpiesmuy matérico de 1968 y una representación de la playa normanda de Varengeville de Braque, perteneciente a la colección del propio Miró, que en la muestra dialoga con una de sus vistas de Montroig.

“Cada museo debe construir su leyenda a partir de los esenciales, que pueden ser las grandes marcas como Miró o Picasso, demandadas por los turistas, que son el 70% de nuestros visitantes, pero también personajes ocultos que debemos reivindicar”, explica Aramburu. Es el caso de Pilar Montaner, pintora mallorquina casada con un notable mecenas, que ensombreció su carrera en vez de auparla. Su enigmática obra ya se ha convertido en una de las piezas esenciales de un fondo muy heterogéneo, que saca su fuerza precisamente de las tensiones, contradicciones y reflexiones que puede generar. Además del importante depósito mironiano, que ofrece un recorrido cronológico por toda la trayectoria del artista, revelando su vertiente más mística, el museo conserva los monigotes de Mori el Merma y las series que acompañan la obra teatral de Alfred Jarry, Ubu aux Balears, formadas por libros de artista, litografías originales y fotografías, en las que un Miró enmascarado se semeja a un miembro del colectivo antisistema Anonymous ante litteram. “Queremos enseñar el Miró más místico y político, que se convierte así en uno de los casos de estudio de la colección”, indica Aramburu, que ha salpicado con diversos casos de estudio (como la investigación sobre las mujeres dadaístas disponible también en web) un recorrido cronológico formado por 124 obras de 53 artistas, realizadas entre 1872 y 2016, que se mantendrá un año. “El museo es un organismo vivo y a partir de los grandes nombres es posible construir nuevas lecturas”, explica la directora, usando como ejemplo las relaciones transgéneros que se establecen entre un dibujo de Dalí, una foto de Mapplethorpe y un dibujo de Isabel Villar, otro personaje en los márgenes de la historia oficial. “Es importante subvertir los relatos hegemónicos, hay otras narrativas posibles”, cree la museógrafa, de amplia experiencia como comisaria independiente.

Obra de arte en el mismísimo tejado

Es Baluard es uno de los pocos museos del mundo que tiene una obra en el tejado, creada para ser vista sólo desde gran altura o a través de satélites y herramientas como Google Earth. Se trata de un Lagoogleglifo del brasileño afincado en Chicago Eduardo Kac, pionero del bioarte y del arte transgénico, denominación que se acuñó cuando inoculó una conejita con el gen de la ameba para que brillara en la oscuridad. Los Lagoogleglifo, una escritura conejo-gráfica formada por pictogramas que reproducen significados puramente emocionales, ajenos a la lógica verbal, derivan de este proyecto, así como otras piezas, todas tan éticamente irreprensibles, que ni siquiera los más acérrimos animalistas le criticaron. Otro Lagoogleglifo está en el tejado del Oi Futuro Art Center de Rio de Janeiro.

La particular atención que el centro reserva a las nuevas tecnologías y a los mixed media, que incluyen la participación del público, se pone de manifiesto tanto en la colección permanente (que se cierra con una pieza de arte electrónico en homenaje a Malevich formada por pantallas de diversos dispositivos) como en el programa de exposiciones temporales, cuyo broche es la serie Reproductibilidad, que investiga la evolución de la imagen artística desde la protofotografía hasta las nuevas técnicas de postproducción, pasando por las prácticas fílmicas de vanguardia, el videoarte y la comunicación hipermedia. Hasta finales de enero Reproductibilidad presenta una selección de la colección olorVISUAL, reunida por el creador de perfumes Ernesto Ventós, que recibe el visitante con una fila de frasquitos, donde se puede oler la esencia de cada artista. Así, Muntadas huele al moho de las calles venecianas de su obra, mientras que Eugenio Ampudia desprende olor a quemado, como el que saldría de la biblioteca en llamas de su videoinstalación. Daniel Canogar huele a las mandarinas que comió sobre el teclado audiovisual, testigo del paso del tiempo y de la relación entre humanos y mundo electrónico.

“Las grandes exposiciones deben ser programadas con mucha antelación, por ello reservo espacios para propuestas imprevistas, que permiten a la institución mantener el dinamismo”, añadió Aramburu, aludiendo al Gabinet, donde se presenta una propuesta inédita de Ana Laura Aláez que combina escultura y arte sonoro, y el Espai Observatori, que acoge un vídeo de Joan Bennassar, ganador de la tercera beca a la creación videográfica DKV, que describe asombrosas infraestructuras altamente tecnológicas ajenas a un entorno, como una pista de esquí en Dubai o una playa tropical en una antigua fábrica de zepelines de Berlín. Para 2017 se mantiene el programa Paisajes sostenibles, que se va plasmando en proyectos de gran impacto sobre el territorio, mientras que el turismo protagonizará una gran exposición, que se realizará conjuntamente con el Arts Santa Mònica y el Instituto Europeo del Diseño de Venecia. La muestra se inaugurará en mayo de 2017, coincidiendo con la Bienal de Arte de esa ciudad.

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