La espuma que amenaza el Jarama
Asociaciones ecologistas y seis Ayuntamientos denuncian la contaminación de uno de los principales ríos de la región
El ecologista Darío Meliá lleva más de una década acumulando pruebas de que el río Jarama, uno de los principales afluentes del Tajo, se deteriora cada año un poco más: en 2012, por ejemplo, lo vio seco como nunca a la altura de San Martín de la Vega, el municipio de 19.000 habitantes donde reside con su familia; meses después solicitó, con sus compañeros de la plataforma Jarama Vivo, la recuperación de la zona a la Confederación Hidrográfica del Tajo (CHT), aunque jamás vio mejora alguna; ahora denuncia que este río que discurre por el Parque Regional del Sureste —un escenario protegido— y que forma parte de la red Natura 2000 —un área de conservación de la biodiversidad de la Unión Europea— está todavía más contaminado. “Hace semanas que se forman grandes acumulaciones de espuma en la Presa del Rey [en Rivas-Vaciamadrid] porque el agua no se depura bien y hay vertidos industriales”, se queja Meliá, que pertenece a la Asociación para la Recuperación del Bosque Autóctono (ARBA).
En la vega del Jarama, una zona que abarca tierras de Rivas, San Martín de la Vega, Ciempozuelos, Seseña o Aranjuez, se cultivan hortalizas, maíz y verduras. “Uno de los problemas es que en el río hay un exceso de metales pesados que, con el riego, puede afectar a los alimentos”, cuenta Meliá. Además, Madrid —de donde procede gran parte del caudal del Jarama a través de los ríos Manzanares y Henares— no cuenta con un sistema de saneamiento diferenciado para aguas pluviales y fecales, y ambas se mezclan en el mismo recorrido: “Los agricultores de esta zona, medio en broma medio en serio, dicen que sus tierras no necesitan fertilizantes con este regadío que tienen”.
A la queja de ARBA, que lleva años protestando junto a Ecologistas en Acción, El Soto y el Grupo de Acción para el Medio Ambiente (GRAMA), se le ha sumado esta semana la de los Ayuntamientos de Coslada, Alcalá de Henares, San Fernando, Rivas, Torrejón de Ardoz y Chiloeches, que han pedido una reunión con el presidente de la CHT para tratar el mal estado de los ríos Jarama y Henares. Charo Arroyo, concejal de Medio Ambiente de Coslada, cuenta que fue en septiembre cuando le mandaron la primera carta a la CHT, pero, como no recibieron respuesta alguna, lo volvieron a intentar: “La CHT está olvidando estos municipios porque hay un descuido general. Le pedimos que cuide nuestros ríos, que elabore un plan de conservación y recuperación, que incremente los controles para vigilar los vertidos industriales y que rescate los bosques de la ribera, que están degradados. Aunque de vez en cuando los Ayuntamientos hagamos acciones puntuales, la competencia es suya”.
La CHT ha respondido a este diario mediante correo electrónico diciendo que la calidad del río Jarama a su llegada a la Presa del Rey tiene un “estado ecológico malo y un estado químico bueno”, y que aguas abajo el “estado ecológico es deficiente y el químico bueno”.
El Esquema de Temas Importantes de la Confederación Hidrográfica del Tajo del año 2010 recoge la abundancia de algunos elementos químicos como el fósforo, el amonio o el lindano en varios puntos de la ribera. Según la plataforma Jarama Vivo, los excesos de metales pesados como el plomo o el cromo pueden resultar cancerígenos si se consumen de forma prolongada. “Ya en mayo de 2001 publicamos un informe en el que mostrábamos las altas concentraciones de estos elementos, pero nadie nos hizo caso”, recuerda Antonio Martínez, miembro de la asociación ecologista El Soto.
En la ribera del Jarama, por donde pasean centenares de ciclistas los fines de semana, la situación empeora cuando hay lluvias o tormentas y el río sufre crecidas. Meliá recuerda ver ambas orillas llenas de toallitas, compresas y demás papeles que alcanzan el río a pesar de las depuradoras: “No tienen suficiente capacidad para sanear el agua cuando hay un exceso, y parte de ella llega al cauce sucia. Lo peor es que estos residuos permanecen a ambos lados del lecho durante mucho tiempo”.
Aunque los ecologistas han hecho labores puntuales de limpieza, son incapaces de abarcar un río que discurre por decenas de kilómetros y que, con cada gran lluvia o cada vertido industrial, vuelve a empeorar. “Por eso”, dice Meliá, “pedimos que se depure mejor, que se controlen las empresas de los polígonos industriales del Henares y que se separen las aguas pluviales de las fecales. A ver si esta vez por fin nos hacen caso”.
Los Ayuntamientos, sin respuesta
Rubén Tadeo, concejal de Medio Ambiente de Rivas-Vaciamadrid —uno de los seis Ayuntamientos que pidieron una reunión a la Confederación Hidrográfica del Tajo (CHT)—, cree que a pesar del vertido de Chiloeches tras el incendio de una planta ilegal de tratamiento de residuos peligrosos, la CHT debería haber mantenido una comunicación con los municipios afectados. "Se trata de una cuestión de transparencia de cara a los vecinos y al propio ecosistema, que se puede ver afectado", dice Tadeo.
Después del vertido de Chiloeches, que se realizó en el río Henares, aparecieron peces muertos. Según la CHT, no se puede establecer una relación entre ambos sucesos, ya que en un informe hecho por el organismo todas las muestras —salvo dos— tomadas en el Henares estaban por debajo de los niveles que fijan las normas ambientales. “Nos gustaría que la CHT trabajase con nosotros. Hoy seguimos sin tener información directa de ellos. Queremos abrir una vía de diálogo para explicarles las necesidades municipales”, explica Tadeo.
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