_
_
_
_

Del glamur olímpico al turismo de borrachera

El Ayuntamiento de Barcelona diseña un plan para frenar la decadencia del Port Olímpic, donde la inseguridad y el incivismo han provocado el hartazgo de los vecinos

Carlos Garfella
Ambiente de discotecas en el Port Olímpic.
Ambiente de discotecas en el Port Olímpic.M. MINOCRI

“¿Esta es la imagen que quieren dar de Barcelona?”, se pregunta indignado Daniel, un argentino que vive desde hace siete años en un barco amarrado al muelle de Mestral, en el Puerto Olímpico. “A partir de las cinco de la mañana esto es la jungla, las peleas son constantes”, explica. Son las dos de la madrugada y centenares de extranjeros bailan, orinan en el paseo marítimo y negocian el precio de las cervezas con los vendedores ambulantes. Es la imagen que cada fin de semana (a diario, en verano) se repite en una zona que en su día fue escaparate de la Barcelona olímpica y que hoy se asemeja a un templo del turismo de borrachera.

Herencia de los Juegos de 1992 y ubicado frente a la Vila Olímpica, ahora el Consistorio pretende cambiar el modelo después de que la Generalitat le haya cedido su gestión. La mayoría de los 50 locales que lo conforman son discotecas y bares musicales que generan problemas de seguridad y convivencia, según los vecinos. En especial, los situados en el Muelle de Mestral (frente al paseo marítimo del puerto), y sobre los que sobrevuela la amenaza de cierre en 2020, año en que finaliza la actual concesión.

El reguetón retumba muy cerca de los centenares de veleros amarrados en los diques de Mestral. En las colas para entrar a las discotecas se escucha mucho inglés, francés, ruso y hasta japonés. Pero poco español y catalán. “El puerto está secuestrado, los barceloneses nos sentimos extraños”, afirma una de las pocas españolas que se pasean por la zona. Los relaciones públicas de los clubes apenas ofrecen copas gratis si no eres turista.

A medida que avanza la noche, el incivismo crece y se extiende por todo el paseo marítimo hasta llegar a la villa olímpica. Shake Opium, Carpe Diem, Club Catwalk y Pachá son las cuatro grandes discotecas de esa zona. Los juerguistas orinan por las esquinas, el paseo se llena de latas de cerveza y los rifirrafes entre jóvenes visiblemente borrachos son continuos.

Los vecinos hace años que piden una reflexión profunda sobre el modelo de ocio de la zona de la zona y aseguran que la seguridad ha empeorado con peleas y vandalismo. “Aquí he llegado a ver muertes por apuñalamiento”, apunta un vecino. La última de ellas fue la de un hombre de 29 años el pasado 24 de enero en un pub del muelle de Mestral tras una reyerta tumultuaria.

“Funciona y da empleo”

“Si no nos renuevan las concesiones, ¿qué harán del puerto?", se queja el propietario de un pub de Mestral, una zona donde los Shisha Bar (locales árabes donde se fuman pipas de agua) se entremezclan con clubes de música latina. “Colau no se quiere reunir con nosotros. Dicen que hay problemas de inseguridad, pero no refuerzan las patrullas para combatir a los vendedores ambulantes y la prostitución”, afirma.

El pasado jueves, la teniente alcalde de Barcelona, Janet Sanz, afirmó que la cesión competencial de la Generalitat al Ayuntamiento permitiría que los vecinos “hicieran suyo ese espacio para conseguir la integración del puerto”. Un encargado de otro local, sin embargo, se muestra perplejo ante un posible cambio de modelo porque el actual, asegura, “funciona y da empleo”.

La prostitución y los carteristas son las dos grandes lacras del paseo marítimo y de las playas aledañas (Villa Olímpica, Nova Icària y Bogatell). Los carteristas aprovechan el estado de embriaguez de los turistas para robarles sus pertenencias. Las prostitutas, en su mayoría de origen nigeriano, les ofrecen servicios sexuales. “A las 7 es fácil encontrarles practicando sexo en la playa”, dice Javier Álvarez, vecino de la calle de Trelawny, que se muestra "muy cansado" de la situación. En la ventana de su casa ha colgado una pancarta reivindicativa: “Queremos dormir”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Carlos Garfella
Es redactor de la delegación de Barcelona desde 2016. Cubre temas ambientales, con un especial interés en el Mediterráneo y los Pirineos. Es graduado en Derecho por la Universidad de las Islas Baleares, Máster en Periodismo de EL PAÍS y actualmente cursa la carrera de Filosofía por la UNED. Ha colaborado para otros medios como IB3 y Ctxt.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_