“Aquel 18 de julio fue el fin de la felicidad”
Se cumplen ochenta años del comienzo de la Guerra Civil. Francisco Lucas vivió, con 15 años, la sublevación fascista en Madrid
Hoy hace ocho décadas del 18 de julio de 1936. Madrid vivió la víspera de un drama que se perpetuaría 40 años: una cruenta guerra de 32 meses de duración, seguida de una feroz dictadura hasta la muerte de Franco, en 1975. Francisco Lucas Sansón, escritor y fotógrafo jubilado de la compañía Iberia, hoy vecino de Santa Eugenia, tenía entonces 15 años. Vivía con su familia en la calle de Manuel, a un costado del cuartel de Conde Duque “Allí estaba acuartelada la escolta a caballo de Manuel Azaña, jefe del Estado; la guardia personal era mandada por el coronel Segismundo Casado, quien tres años después rendiría Madrid a las tropas de Franco”, cuenta.
“Aquel 18 de julio fui a dar un paseíto por la Gran Vía”, recuerda. “Frente al cine Astoria —era el Rialto, pero le habían cambiado el nombre porque, en tiempos de la República, lo de Rialto resultaba impropio— me fijé en la portada del periódico Ahora que leía un señor gordo”. Lucas Sansón miró la primera página: “El Ejército de África se ha sublevado”.
Le llamó la atención el titular del periódico, por su tamaño; pero admite también: “No pude reparar, nadie pudo, en lo que a partir de entonces viviríamos”, por lo que el 18 de julio fue un día “casi” normal. “Los chicos acostumbrábamos a movernos en pandilla por nuestros barrios, jugábamos a la pelota en las calles y cuando llegaba un automóvil, gritábamos ¡coche!, para dejarle paso. “Los días muy calurosos de julio, como aquel, los chicos que vivíamos cerca del Manzanares practicábamos nudismo” dice con una sonrisa: “Nos bañábamos desnudos en el río, junto al Puente de los Franceses y los viajeros que lo cruzaban nos silbaban desde el tren”.
“Con cinco pesetas, podía comer una familia. Por la mañana, en vacaciones, nos echábamos a jugar a la calle o bajábamos al río a bañarnos; por la tarde, a primera hora, a veces la siesta, y a media tarde, los mayores sacaban sillas de mimbre a la calle para hacer tertulia. Después de merendar, podíamos ir al cine y ya por la noche, escuchábamos Unión Radio [emisora precursora de la SER]. Mi vida había sido muy feliz hasta entonces”.
“Lo peor empezó después” recuerda con tristeza. “El primer cañonazo sonó en la madrugada del lunes siguiente; procedía de la zona del Cuartel de la Montaña, que distaba 800 metros de mi casa”, cuenta Francisco Lucas. “Luego vendrían los aviones nazis y los fascistas italianos a bombardear Madrid; dos chicas de mi pandilla, que eran hermanas y a mí me gustaban mucho, murieron bajo las bombas. En mi propia casa cuatro obuses destruyeron las buhardillas del ático”, precisa.
Tal vez por todo ello, cinco de sus compañeros de pandilla se hicieron aviadores; “fueron a formarse a Rusia y volvieron como pilotos republicanos”. Francisco Lucas Sansón se hizo camillero de Cruz Roja. Asistió a más de 300 llamadas tras los bombardeos que Madrid sufrió de manera continua. Fue condecorado por la República.
“Uno de los episodios más luctuosos”, recuerda, “fue el estallido de un polvorín subterráneo contiguo a la estación de Metro de Lista”. “Centenares de víctimas –aún se desconoce cuántas murieron en aquel supuesto sabotaje franquista- eran mujeres”. Y culmina su relato con un poso de amargura: “Aquel 18 de julio fue el fin de la felicidad”.
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