Irreformables
Tras el 26-J los nacionalistas proclamaban orgullosos, en tono supremacista, que en Cataluña no había ganado el PP y que España era irreformable. Pero los males que critican de España también están en Cataluña
Una de las reacciones del día siguiente a las elecciones generales que más me llamó la atención fue la que afirmaba que “España es irreformable” debido a la nueva victoria del PP. Los autores de esta lapidaria frase provienen de los sectores nacional soberanistas y era dicha con un tono supremacista, como si no hubiera nada que hacer y una vez más se demostrara que tras el Ebro solo existen los bárbaros, inhabilitados para ejercer un voto inteligente e incapaces de entender la corrupción, la pérdida de derechos y la miseria a la que les condenaba un nuevo triunfo de la derecha española.
Los nacionalistas proclamaban orgullosos que en Cataluña no había ganado el PP, que era el único territorio peninsular, junto al País Vasco, no manchado de azul. Así quedaba demostrado que los catalanes (algunos) tenían un juicio electoral superior, digno de los herederos de los griegos que anclaron en Empúries. Tampoco les gustó la victoria de la izquierda plural, ya que hicieron una campaña de acoso, con la ayuda de TV3, la siempre adicta al régimen soberanista, y no dejaron pasar la oportunidad de afear la posición de los insensatos de En Comú Podem por buscar el diálogo y el pacto con los bárbaros.
¿Por qué esa gente se cree superior? ¿Por qué ve la paja en el ojo ajeno y al mismo tiempo es incapaz de ver la viga que tiene en el suyo? ¿Acaso muchas de las actitudes y decisiones políticas allende el Ebro no son las mismas que en Catalunya? Veamos.
No entienden cómo aún hay personas que votan al PP a pesar de ser un pozo de corrupción que se extiende por toda la geografía peninsular. Pero tampoco se debiera entender que haya personas en Cataluña que voten a CDC ya que es otro pozo de corrupción que durante años ha echado mano a la caja pública capitaneados por su fundador, el confeso Jordi Pujol y con la ayuda de su prolífica familia. Es tanta la podredumbre que invade este partido que ha tenido que cambiarse el nombre para así parecer una cosa nueva, aunque sean los mismos.
Hemos visto cómo el gobierno del PP usa los medios de comunicación públicos a su antojo, utilizándolos como correa de transmisión de su pensamiento o como propaganda de su gobierno. Pero también vemos como esto mismo sucede con la radio y televisión pública catalana que no duda en manipular y tergiversar informaciones en beneficio de las tesis independentistas y en concreto de sus patronos políticos, CDC y ERC. La actitud de la moderadora en el debate electoral fue tan beligerante en favor de los candidatos nacionalistas que por la red fue tachada de hooligan por su ardor sectario.
Se culpa al PP, y con razón, de haber desarrollado unas políticas sociales de recorte abusivas, de pérdida de derechos laborales y de un empobrecimiento vital de la población. Pero no se interpretan igual los seis años de gobierno de la derecha en Cataluña que ha significado una depauperación de los servicios sociales y una privatización de los bienes públicos. Mas se convirtió en el paladín de las políticas neoliberales, aplaudido por el PP y por toda la derecha europea, defensora del liberalismo salvaje. El nuevo gobierno de CDC y ERC ha continuado los recortes en educación y salud, ha bajado los impuestos al sector del juego y en ningún momento ha aumentado la presión fiscal a los poderosos. Han hecho las mismas políticas antisociales que el gobierno del PP.
España está perdiendo fuelle en el tablero internacional, sus gobernantes son inoperantes, no tienen propuestas nuevas ni modernas y gobierna un presidente que parece una figura del museo de cera por su quietud. Pero a Cataluña le pasa lo mismo. Desde que los nacional soberanistas se inventaron el Procès, el país se ha parado. Cataluña está en un bucle, incapaz de avanzar en un sentido u otro, con unos gobernantes que convierten la nación en un páramo social y cultural. Tenemos un gobierno incapaz de aprobar unos presupuestos, con un vicepresidente de ERC que se pierde con los números y sólo se reencuentra con la épica nacionalista y con un presidente de derechas sometido a las infantiles reacciones de los anticapitalistas de la CUP.
Un nuevo gobierno del PP será un desastre para la ciudadanía española, pero la continuación del gobierno catalán nos sumerge en la nada.
Joan Boada Masoliver es profesor de Historia.
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