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El Cruïlla arranca al paso y sin estridencias en el Fòrum

Cat Power y Esperanza Spalding destacan en el inicio del festival

Actuación de Cat Power en el Cruïlla.
Actuación de Cat Power en el Cruïlla. JOAN SÁNCHEZ

El Cruïlla ya camina. Lo comenzó a hacer, con tranquilidad, a paso lento, sin estridencias, en la tarde de ayer, justo cuando el sol pareció dar una ligera tregua y se escondió tras unas nubes. Quizás descendió el consumo de cerveza, pero las personas que quisieron disfrutar del festival desde las primeras horas lo agradecieron. A la espera de las figuras que actuarían caída ya la noche, las actuaciones de Cat Power y de Esperanza Spalding marcaron esos primeros compases, en los que como cada año el público ingresó en el recinto intentando reencontrar los lugares en los que disfrutó en la edición pasada, cuando no, simplemente, ubicar los escenarios. Aquí no cuesta mucho, son cuatro y tres de ellos se encuentran próximos, siendo sólo uno el que queda a desmano. Un festival de bolsillo.

Pero a pesar de que se trata de un festival diferente que apela al público común, el Cruïlla también tiene puntos de contacto con los demás festivales. Y es que la globalización llega también aquí. Por ejemplo ya resulta imposible comprar comida en algo que no sea una furgoneta añeja que ha debido costar el ojo de una cara en un mecánico-anticuario. Y que a nadie se le ocurra buscar un bocadillo de chorizo o de calamares. Por otro lado todo es eco o vegetariano, prueba de cómo avanza el mundo lechuguino. En el Cruïlla había incluso unas plantas bastante singulares que parecían escuchar la música extraña que salía de un altavoz situado justo al lado. Inquietante. ¡Ah!, y otra cosa que no falla son los carritos de golf llevando personal y dando envidia al público. Cierto es, y eso diferencia al Cruïlla, que aquí quien usaba el carrito que circulaba a primera hora de la tarde era personal más sudado que el maillot de un ciclista. Tenían tanta pinta de haberse deslomado currando que hasta parecía justo que no tuviesen que caminar.

Los conciertos comenzaron a media tarde, y como en todos los festivales, los primeros artistas tocaron poco menos que para su técnico de sonido y algunos amigos. Fue el caso de Pribiz en el escenario más alejado del centro del festival, quienes a pesar de tener más cemento que público ante los ojos aprovecharon la oportunidad para ganarse adeptos con su pop rock cantado en inglés. Comenzaron con baladas, lo que no siempre es buena idea, pero acabaron más rítmicos, como mandan los cánones. Más tarde la sorpresa saltó con Esperanza Spalding la que fuera bajista de jazz. En su nuevo disco se ha inventado una especia de personaje que presentó en su concierto, en realidad una especie de musical con mucho de performance y elementos teatrales. No tocando siempre el bajo, acompañada por batería, guitarra y tres vocalistas, uno de los cuales lanzaba también ritmos, se dedicó a retener al personal con una actuación en la que sonaba una mezcla entre música progresiva, jazz, pop, rock y funk. Fue el suyo un concierto chocante, ya incluso desde el inicio, en el que apareció dentro de una estructura que representaba un vestido/crisálida del cual emergió en sentido inverso a las mariposas, ya que lo que surgió, ella en sucinto vestuario blanco, fue la oruga.

Solapándose con el concierto de Spalding, la actuación de Cat Power fue más equilibrada, lo que tratándose de ella ya es mucho decir. Acostumbrados a conciertos que pueden resultar erráticos, esta vez Chan Marshall, acompañada por un trío, lució su mejor y excelente instrumento, una voz mate con la que poco a poco fue imponiendo su presencia en el escenario sin necesidad de imprimir excesivo ritmo a la actuación. Su cita a The Greatest marcó uno de los momentos más hermosos de su actuación, la de una Chan Marshall estable.

Mientras esto ocurría el público no captado por las actuaciones se dedicaba a las actividades más diversas. Como que en el Cruïlla también hay críos, sus progenitores empleaban su energía en mantenerlos más o menos controlados, lo que en un lugar con tanto estímulo parece tarea titánica. Pero la actividad más chocante, además de esperar frente a un escenario donde se esperaba una actuación más de una hora más tarde fue atender a un lema que decía "app para reservar citas de belleza". El caso es que unas cuantas féminas aprovechaban la ocasión para hacerse las uñas atendidas por una pequeña legión de especialistas en belleza, demostrando que de seguir así dentro de unos años en un festival lo de menos será la música. Este año en el Cuïlla sonará hasta mañana domingo.

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