La armadura del portero
Una exposición en El Bonanno muestra 84 guantes de guardametas míticos con pares de Casillas, De Gea o el italiano Buffon
El balón volaba a media altura. Descendió de repente y se coló bajo el cuerpo de Arconada. Gol. Corría el minuto 10 de la segunda parte cuando Platini lanzó aquella falta que aparentemente carecía de peligro. Era 1984, en la final de una Eurocopa que, como esta, también se jugaba en Francia (a la postre, campeona). Durante años, los españoles se preguntaron cómo se le escapó aquella pelota al guardameta vasco. Los anfitriones acabaron ganando 2-0. La venganza llegó en 2008, cuando uno de los porteros de la España campeona de Europa fue a recoger su medalla ante el jugador galo, convertido ya en presidente de la UEFA. Era Andrés Palop y sus guantes se exponen, junto a otros 83 pares de esta prenda fetiche, en El Bonanno (Plaza del Humilladero, 4), el bar que Toni Bonanno regenta desde hace 21 años en La Latina. Los hay de Casillas, De Gea o Buffon. “Tengo un hijo de 14 años que juega de portero. Eso cambió mi percepción acerca de esa demarcación”, explica el hostelero.
De padres sicilianos, Bonnano nació hace 52 años en Brescia. Jugó al fútbol en su juventud. “Era líbero, soy de la generación de Franco Baresi”. Ahora ha comprendido que pocos oficios son tan desagradecidos como el de portero. En ninguna posición los aciertos son tan relativos y los errores tan señalados: “La soledad del portero, que celebra los goles de su equipo solo en el otro lado del campo y si falla es el peor hombre del mundo”.
Como homenaje a los guardametas, Bonanno ha organizado la exposición aprovechando que se celebra la Eurocopa. “Hace unos años ningún niño quería jugar de portero. Ahora eso ha cambiado gracias a gente como Buffon o Casillas”. En la muestra hay guantes de todos ellos; los mejores porteros del mundo. Sus favoritas son las manoplas con las que Mono Burgos, excancerbero del Atlético, paró un penalti al madridista Figo en la temporada 2002/2003. “En realidad lo detuvo con la nariz y la sangre sigue ahí, en los guantes”.
La taberna de los guantazos
Los clientes bajan varios escalones y allí, tras unos expositores transparentes, colgados, encuentran “la armadura de los porteros”, como los denomina Bonanno (que a pesar de su apellido no tiene nada que ver con el exportero argentino del Barça). La expresión de quiénes visitan la muestra siempre es de sorpresa. Si Bonanno ha podido organizar algo así en su taberna ha sido gracias a la ayuda de varios amigos, entre ellos los entrenadores de porteros de los dos grandes clubes de la capital: Jorge Vercellone (Atlético) y Luis Llopis (Real Madrid).
Sin embargo, nadie ha aportado más pares que Sergio Díaz, que lleva recopilando estas prendas realizadas con látex desde el Mundial de Italia 90, cuando apenas tenía 14 años. “En aquel momento era difícil conseguirlos. Ahora tengo más de 350”, relata desde Toulouse, la ciudad francesa en la que ha disfrutado del debut con victoria de la selección española. Bajo los palos, De Gea, guardameta del que hay dos pares en la exposición. También está el famoso guante de cuatro dedos que solicitó Iker Casillas tras una lesión en 2007. O los de Sandra Paños, la portera de la selección española de fútbol femenino. Díaz también jugó al fútbol de joven. De portero. Esos fueron los primeros guantes de su colección. Luego ha comprado muchos y le han regalado otros. Recuerda con cariño su primer par como coleccionista: los del portero italiano Walter Zenga, que utilizó en Italia´90, de un reconocible color naranja chillón. “Aparte de ser estéticamente bonitos, significó una revolución en su época por la membrana de goretex que mantenía la mano seca y caliente”, relata.
“Hay gente que colecciona camisetas o botas, pero no es habitual hacerlo con los guantes”. La pasión de Díaz va mucho más que la de un simple aficionado. Además de su afición, las manoplas son su profesión. Trabaja para Soloporteros, una tienda especializada en material deportivo que fundó en 2000 el guardameta Javier Sánchez Broto. Lo hizo arrastrado por la dificultad que tuvo siempre para encontrar material específico. Comenzó por Internet y ahora tiene 12 tiendas en España, proyecta abrirlas en otros países y vende cada año más de 100.000 pares por todo el planeta a un precio medio de 50 euros. "No todos los guantes son iguales", certifica Sánchez Broto. "Los hay para campo seco o mojado; con cortes y protecciones diferentes; con diversos cierres o más o menos ajustados". Quizás, si Arconada hubiese podido personalizarlos en su día, la final de Francia´84 habría sido otra historia.
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